"Mi primer libro lo hice ¡Oh Teófilo! acerca de todas las cosas que Jesús, desde un principio, hizo y enseñó hasta el día en que, después de dar sus instrucciones por el Espíritu Santo a los Apóstoles que él había elegido, fue llevado a lo alto".
Cristo ha resucitado, y durante cuarenta días se va apareciendo a los Apóstoles, de forma esporádica e informal, resultando muy sospechosa la insistencia del autor en que "se había presentado vivo, con muchas pruebas evidentes".
Un buen día, estando el Señor con ellos a la mesa, les ordena que no se marchen de Jerusalén, pues en pocos días van a ser bautizados por el Espíritu Santo. A la pregunta de si va restablecer el reino de Israel, pues parece ser que algunos discípulos comienzan a impacientarse ante la tardanza del cumplimiento de la apocalíptica profecía (eje central de las prédicas del Salvador), la respuesta de Éste es ambigua y evasiva: -"No os toca a vosotros conocer los tiempos o momentos oportunos que el Padre fijó con su propia potestad; mas recibiréis la fuerza del Espíritu Santo, que vendrá sobre vosotros, y seréis mis testigos así en Jerusalén como en toda Judea y Samaría, y hasta el último confín de la Tierra". Dicho lo cual, y sin esperar turno de réplica, se eleva a los Cielos hasta ser ocultado por una nube. Sin tiempo para reponerse del susto aparecen dos hombres vestidos de blanco anunciándoles que Jesús volverá.
Todo muy enigmático, no sabemos quiénes eran esos hombres, ni como volverá Jesús ni para qué. Tan sólo se nos insinúa que la Ascensión se ha producido en el Monte de los Olivos, pues desde allí encaminan los discípulos sus pasos hacia Jerusalén.
Luego, se reúnen los apóstoles con la Virgen María, los hermanos de Jesús y varias mujeres. La lista apostólica coincide con la que Lucas da en su evangelio:
-Pedro, Juan, Santiago, Andrés, Felipe, Tomás, Bartolomé, Mateo, Santiago el de Alfeo, Simón el Zelote y Judas el de Santiago.
Esta relación es prácticamente idéntica a la que nos dan Mateo y Marcos:
-Simón llamado Pedro y su hermano Andrés, hijos de Juan; Santiago y su hermano Juan, hijos de Zebedeo; Felipe, Bartolomé, Tomás y Mateo el publicano, Santiago hijo de Alfeo y Tadeo; Simón el cananeo y Judas Iscariote.
Como vemos, las diferencias estriban en la denominación del segundo Simón, llamado zelote por Lucas y cananeo por Marcos y Mateo. Igualmente, Lucas habla de un Judas hijo de Santiago, mientras los otros sinópticos se refieren a Tadeo.
"Todos éstos, junto con las mujeres, con María la madre de Jesús y con los hermanos de éste, oraban constantemente en íntima armonía."
Según Mateo y Marcos, los hermanos de Jesús eran: Santiago, José, Judas y Simón. Es probable que haya confusión entre los hermanos y algunos apóstoles.
El caso es que Pedro propone que se cubra el puesto vacante dejado por Judas Iscariote, el apóstol execrable que vendió al Señor, el cual, abrumado por los remordimientos, acabó arrojándose al vacío para caer reventado en el campo comprado con el producto de su iniquidad (contradiciendo el ahorcamiento del que nos habla Mateo 27). Echado a suertes entre dos candidatos el agraciado es Matías.
Y, como lo prometido es deuda, el día de Pentecostés reciben el Espíritu Santo en forma de lengüecicas de fuego. Casualmente esta fiesta se celebraba 50 días después de Pascua, y simbolizaba la recolección de la cosecha. O sea, Cristo muere y resucita en Primavera, y cincuenta días más tarde se recoge el fruto de su semilla plantada.
El fuego divino, al entrar en el cuerpo de los discípulos, los transforma en seres superiores: hablan varias lenguas, hacen milagros y rebosan sabiduría.
Pedro, ya perdido el miedo, lanza un vibrante discurso y proclama ante la multitud que Cristo ha resucitado y es el Mesías. Antes de la puesta de Sol ha hecho tres mil conversos. Por contra, Jesús no pasó de los ciento veinte acólitos.
Formaron una comunidad de bienes muy parecida a la esenia, aparentemente feliz y relajada, pero en realidad era una secta implacable.
Al poco, hace Pedro su primer milagro. Yendo a rezar hacia el Templo en compañía de Juan, se cruza con un cojo y lo cura en el nombre de Jesucristo. Tal hecho -como no podía ser menos- causa un gran revuelo, y Pedro aprovecha el tumulto para ponerse a predicar el final de los tiempos, pero convenientemente dulcificado y descafeinado para hacerlo más digestivo; es decir, un mensaje coyuntural:
"Matasteis así al autor de la vida [...] no obstante, hermanos, sé que tanto vosotros como vuestros dirigentes hicisteis aquello por ignorancia [...] Por tanto, convertíos y volveos a Dios para que vuestros pecados os sean borrados. Así hará venir el Señor una era de tranquilidad, y enviará de nuevo al Mesías que previamente os había destinado, es decir a Jesús".
Como podemos ver, el aterrador apocalipsis desbordante de terremotos, catástrofes y ángeles tocando a degüello, que predicara Jesús, ha quedado reducido a "una era de tranquilidad", exculpando de paso, a todos, de la sangre del Cordero de Dios. Todo sea por ganar prosélitos; si es que no hay nada como ser políticamente correcto.
CAPITULO 4.- "Aún estaban Pedro y Juan hablando al pueblo, cuando se presentaron allí los sacerdotes, el jefe de la guardia del Templo y los saduceos". Inmediatamente son detenidos y encarcelados.
"Al día siguiente se reunieron en Jerusalén las autoridades, los ancianos y los maestros de la Ley. Estaban presentes Anás, que era sumo sacerdote; Caifás, Juan, Alejandro y todos los miembros de la clase sacerdotal dirigente. Hicieron comparecer a Pedro y Juan, y les preguntaron:
-¿Con qué poder habéis hecho eso vosotros? ¿Quién os ha dado tal autoridad?"
Pedro -que no deja escapar ocasión- aprovecha para deslumbrarlos con su fluida verborrea en un discurso vibrante que desconcierta al tribunal.
"Así que los llamaron y les prohibieron terminantemente que hablaran de Jesús o enseñaran en su nombre".
Mas ellos dejan claro que no piensan obedecer. En cualquier caso los dejaron libres.
Pedro y Juan se reúnen con los suyos, oran al Señor y vuelven a recibir todos al Espíritu Santo.
La primitiva Iglesia va creciendo, y todos los bienes son puestos en común, al estilo esenio, como ya dijimos.
Pero el pecado surge en el inmaculado seno de la comunidad naciente: Ananías y Safira venden una finca pero se reservan parte del dinero obtenido. Son descubiertos y Pedro los maldice; ambos caen fulminados. Todo un aviso a navegantes.
En vista de que los cristianos siguen con su actitud proselitista "el Sumo Sacerdote y todos los de su partido, es decir, los saduceos, ciegos de furor, apresaron a los apóstoles y los metieron en la cárcel pública. Pero un ángel del Señor abrió por la noche la puerta de la prisión y, haciéndolos salir, les dijo:
- Id y anunciad al pueblo, en medio del Templo, todo lo referente a esta nueva vida".
Y así lo hicieron, con el consiguiente escándalo al descubrir los sacerdotes que los prisioneros, no sólo se han fugado, sino que están predicando en el mismísimo Templo. Vuelven a arrestarlos, pero esta vez con intención de matarlos. Afortunadamente, intercede por ellos un fariseo respetado por todos, doctor en las Sagradas Escrituras, llamado Gamaliel (que podría ser el maestro de Pablo de Tarso). Destaquemos que, en este discurso, Gamaliel saca a relucir las rebeliones de Teudas y de Judas Galileo, personajes históricos mencionados por Flavio Josefo. Afortunadamente logra aplacar al Sanedrín y la pena se rebaja a una tanda de azotes.
CAPITULO 6.- Los cristianos de origen heleno (probablemente de Alejandría, pero judíos en cualquier caso) estaban descontentos porque la comunidad no atiende debidamente a su grupo de viudas, escatimándoles el diario sustento. Para solucionarlo, los Apóstoles crean una comisión de siete santos varones (imaginamos que siguiendo el modelo griego de los Siete Sabios) dedicados a esta tarea en exclusiva. Los designados fueron: Esteban, Felipe, Prócoro, Nicanor, Timón, Pármenas y Nicolás; este último oriundo de Antioquía.
A Esteban le tiende un grupo de Judíos fanáticos una celada, acusándolo de blasfemo (igual que hicieran con Jesús). Una vez arrestado proceden a juzgarlo:
-"Este hombre está siempre hablando contra la Ley y contra este Santo lugar. Le hemos oído decir que el tal Jesús de Nazaret va a destruirlo y a cambiar las tradiciones que nos legó Moisés".
Esteban se defiende con un discurso largo y farragoso, relatando la historia de Israel desde el pacto de Abraham hasta el reinado de Salomón, para concluir acusándolos de asesinos de profetas y de incumplidores de la Ley (nada como hacer amigos). Colmada la paciencia del Sanedrín, y aprovechando que el bueno de Esteban ha declarado haber visto a Jesucristo a la diestra del Padre, lo arrastran a las afueras de Jerusalén y proceden a lapidarlo. Allí estaba un joven llamado Saulo, al que pusieron al cuidado de las ropas del condenado.
Cuesta creer que a Jesús tuvieran que llevarlo ante Pilatos para poder matarlo, y a Esteban lo liquidaran sobre la marcha. La pena de muerte sólo podía dictarla el poder de Roma, por lo que todo el asunto del martirio de Esteban tiene muchas probabilidades de ser una fábula.
CAPITULO 8.- "Aquel mismo día se desató una violenta persecución contra la Iglesia de Jerusalén. Todos los fieles, a excepción de los Apóstoles se dispersaron por las regiones de Judea y Samaría [...] mientras tanto, Saulo asolaba la Iglesia: irrumpía en las casas, apresaba a hombres y los metía en la cárcel".
Una vez más volvemos a lo mismo; para iniciar una persecución de esta índole, había que contar con el beneplácito del procurador romano de la provincia, que para eso estaba, y es casi imposible que Poncio Pilatos autorizara tal campaña. Y sin embargo, por los textos esenios hallados en Qumrán, deducimos que hubo una persecución contra las sectas de tipo apocalíptico hacia el año 37; entre las cuales habría que contar a esenios, bautistas y cristianos.
Felipe aterriza en Samaría y se pone a predicar y a realizar milagros, logrando convertir a Simón el Mago, quien no se despegaba del Apóstol pues esperaba recibir sus poderes.
Habida cuenta el éxito arrollador de Felipe, suben también a la región Pedro y Juan; éstos imponían las manos a las gentes para que recibieran el Espíritu Santo. Simón el Mago les ofrece dinero para conseguir esa facultad. Pedro le recrimima tan execrable actitud.
Al poco, ambos apóstoles regresarán a Jerusalén, mientras que un ángel insta a Felipe para que vaya al camino que une Jerusalén con Gaza. Allí encuentra a un eunuco etíope, tesorero imperial de la reina Candace, al que acaba bautizando:
"El etíope mandó parar el carro; bajaron al agua y Felipe lo bautizó. Apenas salieron del agua, el Espíritu del Señor arrebató a Felipe, y el etíope no volvió a verlo, pero siguió su camino lleno de alegría. Felipe, a su vez, se encontró en Azoto, circunstancia que aprovechó para anunciar la buena nueva en las ciudades por las que fue pasando hasta llegar a Cesarea".
Y del buen Felipe nunca más se supo.
NOTA.- Había dos "Cesareas", una en los Altos del Golán y otra en la costa samaritana, al norte de la actual Tel Aviv; creo que el Evangelio se refiere a esta última. Respecto a Azoto, diremos que se refiere a la filistea Ashdod, al sur de Cesarea, ciudad que se conserva hoy día, y que está en la costa, a unos 40 Kms. al sur de Tel-Aviv.
CAPITULO 9.- Todo este prolijo introito ha ido encaminado, exclusivamente, a presentar la figura de Saulo, eje central de los Hechos, así que ya, por fin, irrumpe imparable el sin par Apóstol de las gentes:
"Entre tanto, Saulo, que seguía con el corazón lleno de amenza de muerte contra los discípulos del Señor, se dirigió al Sumo Sacerdote y le pidió cartas de presentación para la sinagoga de Damasco. Su intención era conducir presos a Jerusalén a cuantos seguidores del nuevo camino del Señor encontrara, tanto hombres como mujeres"
De nuevo recordamos que para tomar este tipo de iniciativa había que contar con la autorización del poder romano, y en este caso no bastaba sólo el plácet del procurador de Judea, sino con el del gobernador del Siria. Por eso, y a pesar de las noticias de una posible persecución en los documentos qumranitas, se nos hace muy difícil aceptar de modo literal la versión evangélica.
Camino de Damasco le sucede el episodio archiconocido de la caída del caballo. Ciego, como estaba, es conducido a la capital y atendido por cristianos. Uno de ellos, Ananías, a instancias del Señor, le sana la vista.
A los pocos días ya está restablecido y, para asombro de propios y extraños, se lanza a proclamar la buena nueva. Obviamente esta descarada traición no queda impune y los judíos damascenos deciden eliminarlo; pero el complot se descubre y "los discípulos de Saulo lo descolgaron una noche por la muralla metido dentro de un cesto". Fijémonos en el detalle de que, a pesar de llevar muy poco tiempo convertido a la verdadera fe, ya tenía su grupo de discípulos.
Consigue llegar a Jerusalén, pero todos desconfían de él, creen que su conversión es un ardid. No obstante, Bernabé se hace valedor suyo y logra que sea aceptado sin reticencias.
Pero la tranquilidad dura poco, pues los judíos de habla griega quieren matarlo; "al enterarse, los hermanos lo escoltaron hasta Cesarea y después lo encaminaron a Tarso. La Iglesia gozó de un periodo de paz en toda Judea, Galilea y Samaría. Fueron días en que, impulsada por el Espíritu Santo, y plenamente fiel al Señor, iba consolidándose y extendiéndose cada vez más".
El final de este capítulo nueve es dedicado por el autor a comentar el milagroso itinerario de Pedro por las ciudades de Jope (Jaffa = Tel-Aviv) y Lida, donde cura al paralítico Eneas y resucita a una mujer.
CAPITULO 10.- Vivía en Cesarea un centurión romano llamado Cornelio, "era hombre religioso que, junto con su familia, rendía culto al Dios verdadero".
También esto es improbable; estaba prohibido que los militares en campaña viviesen con su familia. Además, un centurión residía en el campamento, nunca en una población.
Un ángel del Señor lo insta para que envíe mensajeros a Jope y traiga a su casa a Pedro. Así se hace, y cuando Pedro se encuentra con ante el centurión le dice:
- "Como sabes, a un judío le está prohibido alternar con extranjeros o entrar en su casa. Pero Dios me ha hecho comprender que a nadie debo considerar impuro o profano".
Como puede verse, este episodio es un claro montaje de la escuela ecuménica paulina para demostrar que, incluso Pedro, aceptó que el cristianismo se extendiese entre los no judíos. A continuación, el Espíritu Santo desciende sobre todos ellos, tanto judíos como gentiles: "Pedro dijo entonces: -¿Puede negarse el bautismo a estas personas que han recibido, como nosotros, el Espíritu Santo?".
Cuando regresa a Jerusalén será recriminado por el resto de los Apóstoles "- ¡Has entrado en casa de incircuncisos, y hasta has comido con ellos!". Pero al oír las razones de Pedro, todos quedarán convencidos y admirados: "- ¡ Así que Dios ha concedido también a los no judíos la oportunidad de convertirse para alcanzar la vida eterna!"
Entre tanto, la Iglesia se va extendiendo por Chipre, Cirene y Antioquía. Ésta era una urbe importantísima, casi una ciudad-Estado, y los Apóstoles envían allí a Bernabé. Tras una intensa labor evangelizadora se dirige a Tarso, recoge a Saulo y tornan ambos a Antioquía, allí permanecen un año. "Fue precisamente en Antioquía donde por primera vez se llamó cristianos a los creyentes"
CAPITULO 12.- "Por entonces [año 44] inició el rey Herodes una persecución contra algunos miembros de la Iglesia. Ordenó la ejecución con espada de Santiago, el hermano de Juan; y, al comprobar la satisfacción que con ello había causado a los judíos, procedió a encarcelar a Pedro, en fecha que coincidió con la fiesta de la Pascua"
Y conviene que nos detengamos en este asunto. El historiador Flavio Josefo nos narra este mismo acontecimiento, pero con notables variaciones; los hechos habrían ocurrido hacia el año 60 del siguiente modo:
Por aquel entonces (ahora estamos hablando del año 60) Judea estaba gobernada por un procurador romano que resolvía todos los asuntos de la provincia, sin embargo el nombramiento de los sumos sacerdotes era decidido por Agripa II, rey de prácticamente toda Palestina excepto de Judea. Este Agripa era hijo del que, según la narración de los Hechos que acabamos de leer, mató a Santiago, el hermano de Juan a espada.
Y en este año 60, y según la versión de Flavio Josefo, muere Festo, el procurador romano de turno. El nuevo procurador será Albino, pero, en este ínterin, el Sanedrín, presidido por el Sumo Sacerdote Anán (Anás), aprovechó el vacío de poder resultante para reunirse, y "llamó a juicio al hermano de Jesús que se llamó Cristo; su nombre era Santiago, y con él hizo comparecer a varios otros. Los acusó de ser infractores de la Ley y los condenó a ser apedreados". Cuando llegó Albino, amenazó a Anán por semejante osadía, y Agripa rápidamente lo destituyó de su cargo, ocupando su puesto Jesús, hijo de Damneo.
Algunos piensan que el texto de Flavio Josefo contiene interpolaciones cristianas, pero yo no lo creo, pues no habrían hecho a Santiago hermano de Jesús. Lo más probable es que el autor de Hechos sufriera una confusión en sus fuentes y tergiversara fechas y personajes. Recordemos cómo, en Marcos 6:3, al ver a Jesús sus paisanos en la sinagoga dicen:
"- ¿No es éste el carpintero, el hijo de María, y hermano de Santiago, de José, de Judas y de Simón?".
Lo que significa que, en efecto, Jesús tenía un hermano llamado Santiago, que se hizo cargo de la naciente comunidad cristiana, pero Hechos, lo confunde con Santiago Zebedeo.
Así pues, y para resumir, tenemos dos versiones:
a) FLAVIO JOSEFO.- Hacia el año 60, siendo emperador Nerón, y Agripa II rey de Palestina (excepto Judea), el Sanedrín presidido por Anán lapida a Santiago, hermano de Jesús, Cristo.
b) HECHOS 12.- Hacia el año 44, siendo emperador Claudio, y rey de Judea Agripa I, éste ordena ejecutar a espada a Santiago Zebedeo, el hermano de Juan.
Por otra parte en el capítulo 21 de Hechos, Pablo llega a Jerusalén y se reúne con "Santiago y todos los ancianos", dando a entender que este Santiago es el jefe de la Iglesia jerosolimitana. En ese momento estamos a principio de los años cincuenta, por lo que sería posible casar ambos hechos: en el año 44, Agripa I, ordena decapitar a Santiago Zebedeo, y en el 60, aproximadamente, reinando Agripa II, sucedería el apedreamiento de Santiago, el hermano de Cristo. Pero las casualidades son excesivas, yo creo que hay un error o tergiversación deliberada en toda esta historia.
Volvamos a la narración de los Hechos de los Apóstoles. Poco tiempo estará Pedro entre rejas, pues un ángel del Señor lo libera. "Después de orientarse, se encaminó hacia la casa de María, la madre de Juan, apellidado Marcos, donde había muchas personas en oración".
Cuando se comunica a Herodes la fuga del preso, ordena que se ejecute al pelotón de la guardia, 16 hombres en total.
Pedro se refugiará en Cesarea durante algún tiempo. Entre tanto, Herodes Agripa I recibe una legación de tirios y sidonios, ciudades con las que tenía graves litigios. El rey, ricamente ataviado, comienza un discurso "y el pueblo lo aclamaba: -¡No es un hombre quien habla, sino un dios!
Y en ese instante fue herido por un ángel del Señor por cuanto no había dado gloria a Dios, y roído de gusanos expiró".
Flavio Josefo da una versión muy parecida: Herodes hizo celebrar unos espectáculos en honor de Claudio en el teatro de Cesarea. Apareció con una rica vestidura tejida en plata que resplandecía de modo espectacular. El pueblo comenzó a adularlo aclamándolo como si fuese un dios, estando el rey encantado con esa actitud. Entonces comenzó a sentir unos violentísimos dolores en el vientre y a los cinco días murió. Probablemente fue una apendicitis.
Antes de seguir mencionaremos una curiosa anécdota que sucedió al principio del Reinado de Herodes (año 41), y nos la cuenta Flavio Josefo:
"Un nativo de Jerusalén, de nombre Simón, que tenía fama de ser conocedor de la Ley, convocó al pueblo en una oportunidad en que el rey había ido a Cesarea; atreviose a denunciarlo como impuro y merecedor de que se le prohibiera la entrada en el Templo"; cuando Agripa se enteró mandó llamar al sedicioso "y haciéndolo sentar a su lado, pues se encontraba en el teatro, con voz pacífica y plácida le preguntó: -Dime ¿qué hay aquí que esté prohibido por la Ley?"
Simón no atinó a contestar y le pidió perdón. Entonces Herodes le hizo varios regalos y lo dejó en libertad. ¿Podría ser este Simón el Apóstol Pedro? Siempre he querido creer que sí.
Por último reseñar que, cuando Pedro llega a casa de María, la madre de Juan Marcos, y relata la aventura de su fuga, concluye diciendo "-Comunicádselo a Santiago y a los otros hermanos". Lo cual es prueba evidente de que Santiago era la principal figura de la naciente Iglesia, y evidentemente no era Santiago Zebedeo "Boanerges", sino Santiago el hermano del Señor.
Y concluye el capítulo 12 con la buena nueva de que "el mensaje de Dios se divulgaba y penetraba en todas las esferas sociales. En cuanto a Bernabé y Saulo, cumplida su misión, regresaron a Jerusalén, llevando consigo a Juan Marcos".
CAPITULO 13.- Es evidente que los "Hechos" se formaron con retazos de recuerdos y narraciones variadas difíciles de casar. Al menos, podemos señalar dos partes bien diferenciadas:
1.- La introducción, con el primer relato de los milagros de Pedro y la formación de la primitiva Iglesia. Tiene poco fundamento histórico, abunda en hechos milagrosos y deja claro que apenas contaba el narrador con datos sobre los apóstoles. La figura de Pablo aparece de modo muy forzado e inverosímil, y se busca tan sólo hacer una puesta de escena adecuada para traspasarle todo el protagonismo de la historia.
2.- La hagiografía de Pablo, que comienza en el capítulo 13 y no tiene ningún punto de conexión con todo lo anterior, siendo un corpus diferente, distinto y aislado. Comienza dando por sentado que existe un importante grupo cristiano en Antioquía del que Saulo forma parte del grupo dirigente. Éste sería, en realidad, el auténtico comienzo de "Hechos".
"Había en la Iglesia de Antioquía varios profetas y maestros; a saber: Bernabé; Simeón, apodado el Negro; Lucio de Cirene; Manahén, hermano de leche del tetrarca Herodes y Saulo".
Un día, el Espíritu Santo ordena que Bernabé y Saulo se dirijan a Seleucia para embarcarse rumbo a Chipre para iniciar una gira evangelizadora; "también tenían a Juan [Marcos] como ayudante".
Predican en las sinagogas de Salamina, recorriendo después toda la isla de Chipre hasta llegar a Pafos. Allí son conducidos a la presencia de Sergio Paulo, procónsul, que desea oír el mensaje que proclaman. Pero un mago del séquito hacía todo lo posible para apartar al romano de la fe, así que, harto ya de sus ingerencias, Pablo lo maldice, dejándolo ciego por una temporada: "al punto cayeron sobre él nieblas y obscuridad, y, dando vueltas andaba buscando una mano que lo guiase. Entonces, viendo el procónsul lo acaecido, creyó, asombrándose de la doctrina del Señor". No era para menos...
Chipre era una de las pocas provincias senatoriales, por lo que es probable que tuviese un procónsul a su cargo, en cualquier caso desconocemos su nombre (el gobernador más famoso e importante de la zona y época fue el de la provincia Siria: Casio Longino). También es lógico pensar que en esa isla pequeña y aburrida la llegada de unos predicadores hebreos podría haber despertado la curiosidad de su gobernador. Obviamente la historia de la ceguera del mago, y de la conversión de Sergio Paulo es pura fábula.
Después de esto "Pablo y su compañero se dirigieron por mar desde Pafos hasta Perge [en la costa de Asia Menor], ciudad de Panfilia. Pero Juan [Marcos] se separó allí de ellos y regresó a Jerusalén. Desde Perge continuaron su viaje hasta llegar a Antioquía de Pisidia, y entrando en la sinagoga el día del sábado tomaron asiento".
No debe confundirse esta Antioquía de Pisidia con la Antioquía de Siria, capital económica y cultural de todo el Mediterráneo oriental. Será Antioquía de Siria la ciudad elegida por Pablo como cuartel general de sus predicaciones; el inteligentísimo apóstol es consciente que desde Jerusalén es imposible llevar a cabo una labor evangelizadora universal. Aquí comenzará el primer gran cisma: Antioquía versus Jerusalén.
Y en Antioquía de Pisidia comienza Pablo un largo discurso adoctrinador. Como quiera que un número importante de judíos les fueran hostiles «Pablo y Bernabé les dijeron sin miramientos:
-Era nuestro deber anunciaros a vosotros los primeros el mensaje de Dios. Pero ya que lo rechazáis y vosotros mismos os descalificáis para la vida eterna, nos dedicaremos de lleno a los gentiles. Así nos lo ha ordenado el Señor: "Te he puesto como luz de las naciones y como portador de salvación para el mundo entero".
Cuando los gentiles oyeron esto, se alegraron sobremanera y no cesaban de alabar el mensaje del Señor. Y todos lo que estaban destinados a la vida eterna abrazaron la fe"».
Los judíos acabaron expulsándolos de allí, y se dirigieron a Iconio, donde se repitió la historia. "Huyeron a Listra y Derbe, ciudades de Licaonia, y a la región vecina, donde igualmente anunciaron la buena nueva".
En Listra, Pablo cura a un cojo, y la multitud los toma por dioses, llamando Zeus a Bernabé y, a Pablo, Hermes. Los apóstoles intentan sacarlos de su error y les hablan del Camino, pero, en esto, que hacen acto de presencia sus perseguidores e indisponen a la audiencia contra los mensajeros de Dios, "hasta el punto de que apedrearon a Pablo y lo arrastraron a las afueras de la ciudad, dejándolo por muerto". Afortunadamente sólo estaba inconsciente, "y al día siguiente salió con Bernabé para Derbe". Tras predicar en esta ciudad desandan el camino y regresan a Listra, Iconio y Antioquía de Pisidia para consolidar las nuevas conversiones y nombrar dirigentes para estas nuevas comunidades cristianas.
De Pisidia van a Panfilia, Perge y Atalía. Allí embarcan para Antioquía de Siria, su hogar, donde descansarán una buena temporada.
CAPITULO 15: EL CONCILIO DE JERUSALÉN
Era inevitable que surgiesen las fricciones entre los apóstoles auténticos -los que estuvieron conviviendo diariamente con Jesús, defensores a ultranza de la Ley Mosaica- y el advenedizo Pablo, partidario de abolirla en beneficio de una mayor expansión del cristianismo. Y se decide que Pablo y Bernabé se dirijan a Jerusalén para clarificar tan espinosa cuestión.
El concilio fue acalorado y debatido. Pablo y Bernabé fueron replicados por un grupo de fariseos convertidos. Al acabar, piden la palabra Pedro y Santiago que dan la razón a los primeros. Esto supone la victoria para Saulo.
"Entonces resolvieron los apóstoles y los presbíteros, con toda la Iglesia, escoger alguos de entre ellos para enviarlos a Antioquía con Pablo y Bernabé, lo cuales fueron Judas Barsabas y Silas, personas de autoridad entre los hermanos".
Además portarán una carta, en nombre del Concilio, dirigida a los cristianos de Antioquía, Siria y Cilicia, donde eximen a los nuevos conversos de toda servidumbre de la Ley, con cuatro excepciones tajantes: "No tomar alimentos que procedan de sacrificios a ídolos o de animales ahogados; no comer sangre y no cometer inmoralidades sexuales".
Y así llegaron todos juntos a Antioquía, contentos y felices de que reinara la concordia y la buena armonía. Pasado algún tiempo, Pablo propuso a Bernabé retomar su tarea apostólica, idea que aceptó encantado. Volvían los viejos tiempos: los tres mosqueteros predicando el Mensaje de Dios. Sin embargo había un "pero" insoslayable: Pablo exige que Juan Marcos no vaya con ellos, lo consideraba poco menos que un desertor por haberlos abandonado en Panfilia. "Esto promovió entre ellos tan fuerte discusión que llegaron a separarse; Bernabé tomó consigo a Marcos y se embarcó para Chipre. Pablo, por su parte, escogió como compañero a Silas". Y Saulo, con su nuevo compañero, comienza su periplo evangelizador por Siria y Cilicia (patria de Pablo).
CAPITULO 16.- Llegaron a Derbe y Listra. "Allí conoció [Pablo] a un cretense llamado Timoteo. Su padre era griego, y su madre una judía convertida al cristianismo". Desde ese momento queda prendado del muchacho y, tras circuncidarlo, se lo queda como compañero de viaje.
El Espíritu Santo les hace saber que no han de predicar en Asia; por lo que atraviesan Frigia y Galacia (en el centro de Asia Menor), al llegar a la frontera de Misia "intentaron dirigirse a Bitinia, pero no se lo consintió el Espíritu de Jesús". Extraño pasaje, vive Dios. Así que siguieron hacia abajo hasta llegar a Tróade (Troya). "Aquella noche tuvo Pablo una visión; un hombre macedonio en pie le suplicaba:
-¡Pasa a Macedonia, ayúdanos!". Y así lo hicieron.
Y sin explicarnos el motivo, a partir del versículo 11 de este capítulo 16 la narración se hace en primera persona, y es Timoteo quien va contando la historia. Más adelante se vuelve al relato en tercera persona, y así se irá alternando a lo largo del libro.
Desembarcan en Samotracia, y al día siguiente zarpan para Neápolis, de allí pasan a Filipos, y convierten a Lidia, una mujer comerciante en púrpura, que los aloja en su casa.
Un día exorcidan a una esclava que, gracias al demonio que la poseía, tenía el don de la profecía, lo cual reportaba grandes beneficios a sus amos. Muerto el perro se acabó la rabia y, al quedar curada la muchacha, el negocio de adivinación se vino abajo; así que sus amos llevan a Pablo y Silas ante los tribunales, acusándolos de subvertir el orden establecido. Los pretores dieron orden de que los desnudaran y azotaran, y que luego los encarcelaran. Mas cuando llegó la noche se produjo la escena de costumbre: terremoto, fenómenos poltergeist, puertas que se abren, cepos que se caen... El carcelero pensó que se le habían escapado los presos y sacó su espada para suicidarse, pero Pablo, desde el fondo del calabozo, lo disuadió diciéndole que allí seguían. En cualquier caso, el prodigio obrado bastó para convencer al ingenuo guardia y se bautizó junto con toda su familia.
A la mañana siguiente, los magistrados enviaron orden para que los pusieran en libertad. Entonces Pablo -qué dulce es la venganza- les dijo a los lictores: "-¿Despues de azotarnos públicamente sin sentencia judicial nos echan a la carcel, siendo, como somos, ciudadanos romanos, y ahora pretenden que nos marchemos a hurtadillas? ¡De eso nada! ¡Que vengan los pretores a sacarnos!". Cuando éstos se enteraron de que eran ciudadanos romanos tuvieron gran temor, y fueron en persona a pedirles disculpas, rogándoles que se marcharan de la ciudad. Pablo, que tampoco quería extremar las cosas, les hizo caso.
CAPITULO 17.- Pasaron por Anfípolis y Apolonia, llegando a Tesalónica. Allí, durante 3 sábados, estuvo Pablo disputando y predicando en las sinagogas. Los que se convertían eran mayoritariamente judíos de origen griego; mientras que los ortodoxos promovían revueltas contra los intrusos y contra los conversos. Así que huyen hacia Berea, mas al poco se repite la escena, y han de escapar una vez más.
Primero se embarca Pablo, hacia Atenas, y al cabo de unos días se reunirán con él Silas y Timoteo.
Y aquí tenemos a Pablo, en Atenas, entusiasmado, paseando por el ágora, disputando con epicúreos y estoicos predicando su extraña doctrina; un día lo ponen en mitad del Areópago para que explique a gusto y sin prisas su nueva religión. Los atenienses escuchaban educados en silencio hasta que llegó a la parte en que Jesucristo resucita; "cuando oyeron hablar de resurrección de muertos, unos se burlaron y otros dijeron: -Ya nos hablarás de ese tema en otro momento...".
Fue uno de los golpes más fuertes que recibió el Apóstol de los gentiles; su fracaso fue monumental, por más que se nos diga que hubo algunos conversos, como S. Dionisio Areopagita o la mujer llamada Dámaris. Se dio cuenta que, ante un público ilustrado, la Buena Nueva se convertía en infantil superchería, por tanto su estancia en Atenas era una absurda pérdida de tiempo. Cuál no sería la humillación que sentía, que se marchó de allí sin esperar a Silas ni Timoteo.
Arriba a Corinto. Allí traba amistad con el matrimonio judío formado por Aquila y Priscila; procedían de Italia, y venían exilados por culpa del decreto de expulsión de judíos que promulgó Claudio hacia el año 50, por culpa de los tumultos que provocó un tal Cresto en Roma. Pablo se asocia y vive con ellos, pues también fabricaban tiendas de campaña. Entre tanto predicaba en la sinagoga.
Por entonces llegan Silas y Timoteo; Pablo ya está harto de sufrir ofensas y violencia por parte de los judíos, así que "sacudiendo su ropa les dijo: -Vuestra sangre recaiga sobre vuestra cabeza, que yo soy inocente de esa sangre. Desde este momento me dedicaré a los gentiles".
Dicho y hecho, se alojó en casa de un tal Ticio Justo y no quiso saber nada más de los judíos. Entonces, paradójicamente, se convirtió Crispo, el principal de la sinagoga. Pablo permaneció año y medio en Corinto predicando la Palabra de Dios.
También se nos habla de un litigio menor presentado por los judíos contra los cristianos ante el procónsul de Acaya, Galión. Este personaje es histórico y ejerció su mandato hacia el año 52.
Pablo se embarca para Siria junto con sus socios Aquila y Priscila. En Céncreas se había rapado la cabeza, por una promesa. Al llegar a Éfeso, Pablo deja a sus acompañantes y se dirige a Cesarea, donde saluda a los miembros de la Iglesia, para llegar, por último, a Antioquía, su hogar y base de operaciones. Pasado un tiempo "recorrió las regiones de Galacia y Frigia, confortando en la fe a todos los fieles".
Mientras tanto, aterriza por Éfeso un tal Apolo, judío de Alejandría, hombre elocuente y muy versado en la Escrituras; "hablaba y enseñaba con bastante exactitud acerca de los temas concernientes a Jesús, aunque no había conocido más bautismo que el de Juan". Según este párrafo, Apolo no bajaba de los 40 años, pues conoció al Bautista, el cual fue asesinado sobre el año 30, así que debía de ser de la quinta de Pablo. No obstante se me hace difícil comprender cómo un judío alejandrino pudo haber recalado en Galilea y hacerse discípulo del Bautista. También pudo suceder que Apolo fuera bautizado por los discípulos de la secta que fundara Juan, con lo que podría ser mucho más joven.
Priscila y Aquila acogen a Apolo y lo instruyen más a fondo en la nueva doctrina. Éste manifiesta su deseo de ir a Acaya y la congregación acepta.
Durante la estancia de Apolo en Corinto, Pablo estuvo recorriendo las regiones interiores del Asia Menor; luego permaneció tres meses en Éfeso, "formó entonces un grupo aparte con los creyentes a quienes instruía a diario en un aula de la escuela de Tirano. Y esto continuó por espacio de dos años". Incluso el texto occidental de Hechos precisa que Pablo enseñaba de once de la mañana a cuatro de la tarde.
El prestigio de los cristianos iba creciendo (Ver episodio de los hijos de Escevas en 19:13-20; unos exorcistas judíos fracasados y atacados por los mismos demonios a los que pensaban dominar, los cuales diablos declaran que conocen el poder de Jesús y de Pablo pero se burlan de estos otros voluntariosos pero torpes hebreos).
"Determinó Pablo ir a Jerusalén, pasando por Macedonia y Acaya, y pensó:
-Después que llegue allí, tendré también que visitar Roma.
Y habiendo despachado para Macedonia a dos de sus auxiliares, Timoteo y Erasto, él se quedó algún tiempo en la provincia de Asia".
Por entonces se produjo un altercado cuando Demetrio, platero de la ciudad de Éfeso, entendió que las prédicas de Pablo y sus compañeros podrían poner en peligro el lucrativo negocio de la venta de reliquias y miniaturas del grandioso templo de Artemisa. Todo el barrio de orfebres se exaltó y echó mano a dos discípulos de Pablo, en seguida se sumó una gran muchedumbre terriblemente excitada que acabó en el teatro dando vivas a la divina Ártemis efesia. Afortunadamente el magistrado de la ciudad logró aplacarlos y todo quedó en nada.
Pablo parte para Macedonia, visitando allí a los hermanos en la Fe. Luego, bajó a la península helena donde pasó tres meses.
De nuevo los judíos traman un complot contra Pablo, por lo que decide regresar escoltado por varios hermanos. Llegan a Tróade, y celebran la fiesta de los panes sin levadura (la Pascua, supongo) en casa de unos amigos. Tras la cena, nuestro protagonista les suelta un discurso que ni los del compañero Fidel. Un muchacho, llamado Eutico, estaba sentado en la ventana, pero el sopor lo vence y se precipita al vacío, muriendo en el acto. Pero a grandes males grandes remedios, Pablo lo resucita y siguió hablando hasta el amanecer. En Tróade se detienen durante una semana, para luego proseguir hacia Mileto. Desde allí manda llamar a los dirigentes de la Iglesia de Éfeso, quiere despedirse de ellos, pues presiente que no los verá más. Tras un emotivo discurso lo acompañan al barco con lágrimas en los ojos. Pablo tiene prisa por llegar a Jerusalén antes de Pentecostés. Aunque no lo dice parece ser que ha recibido noticias de que la Iglesia de Jerusalén lo ha citado para que dé cuenta de sus actos.
CAPITULO 21.- Pasan por Cos, rodas, Patara, Tiro y Tolemaida. Allí desembarcan, y al día siguiente van a Cesarea. Los recibe Felipe, el evangelista, "que era uno de los siete", y los aloja en su casa. De este personaje no sabemos nada, ni por qué lo llama evangelista ni, tampoco, qué suponía ser "uno de los siete". Lo más lógico es pensar que la Iglesia de Jerusalén estaba regida por una heptarquía de la que este hombre formaba parte; lo de evangelista podría ser un título dedicado a todo el que predicaba con autoridad el mensaje de Cristo; probablemente esté hablando de Felipe, uno de los primeros apóstoles reclutados por Jesús.
Pues hete aquí que Felipe tenía cuatro hijas solteras (y enteras) que poseían el don de la profecía. Lo instan a que no vaya a Jerusalén porque un profeta llamado Agabo ha pronosticado que lo van a detener; o sea, es un secreto a voces que Pablo ha sido citado por los dirigentes de la iglesia yerosolimitana. Mas él se encomienda al Señor y baja a la capital del reino.
Lo primero que hace es visitar a Santiago y a los ancianos de la Iglesia; como ya dijimos al principio, esto es prueba de que existía un Santiago que era, además, la máxima autoridad de esta Iglesia primigenia. Si atendemos a Josefo, estaríamos hablando de uno de los hermanos de Cristo, cosa totalmente lógica por otra parte. El hecho de que se pase de puntillas por la personalidad de este Santiago nos da derecho a albergar serias sospechas acerca de una posible manipulación de la verdad histórica por parte del autor del Evangelio de Lucas-Hechos con vistas a reforzar la idea de que Jesús no tuvo ni hermanos ni heredero espiritual. Y sin embargo, al comienzo del relato se nos dice que: "Todos éstos junto con las mujeres, con María la madre de Jesús y con los hermanos de éste, oraban constantemente en íntima armonía"; luego admite que Jesús tenía hermanos. Todo esto va reforzando la teoría de que Hechos fue una recopilación de historias que no acaban de casar; ello lo corroborarían también los constantes cambios de la narración entre primera y tercera persona. Pero sí queda en evidencia que un sector importante de la Iglesia estuvo interesado en negar que Santiago, el hermano de Jesús, se hizo cargo de la primitiva Comunidad, y que ésta tenía aspiraciones exclusivamente judías.
El caso es que ese "comité disciplinario" que ha mandado llamar a Pablo -pues tal es la realidad de lo que allí estaba pasando- le recrimina, no sólo su inobservancia de la Ley, sino que aliente a los judíos residentes en el extranjero para que abandonen la fe de sus mayores. Le recomiendan que primero haga un voto de purificación en el Templo, que servirá para acallar todos estos rumores.
Pero al cabo de unos días "unos judíos de la provincia de Asia vieron a Pablo en el Templo y se abalanzaron sobre él". A punto estaba de ser linchado cuando llegó un grupo de soldados romanos y lo sacaron de las garras de la chusma para conducirlo ante el comandante de la guardia. «Estaban ya a punto de meterlo en el interior de la fortaleza [Antonia (?)], cuando Pablo dijo al comandante: -¿"Puedo hablar un momento contigo"?. Este respondió: -¿"Conoces el griego? ¿No eres tú, entonces, el egipcio que hace unos días provocó una revuelta y se fue al desierto con cuatro mil sicarios"? Dijo Pablo: -"Yo soy judío, natural de Tarso de Cilicia, una ciudad importante; te ruego me permitas hablar al pueblo"».
Convencido el comandante de que la multitud lo había tomado por un malhechor, piensa que es mejor acceder a su petición.
NOTA.- Flavio Josefo nos cuenta que, hacia el año 53, siendo Félix gobernador de Judea, "llegó a Jerusalén un egipcio que simulaba ser profeta, y quiso persuadir a la multitud de que subiera con él al Monte de los Olivos, que se encuentra a una distancia de cinco estadios [algo menos de 1 Km.] de la ciudad. Les dijo que desde allí verían caer por su orden los muros de Jerusalén, y les prometió abrirles un camino para volver a la ciudad". Obviamente Félix envió un destacamento de soldados, infligiendo a los rebeldes 400 muertos y 200 prisioneros; pero el egipcio logró escapar.
Pablo se dirige al populacho en hebreo, por lo que le prestaron más atención: "Soy un judío nacido en Tarso de Cilicia pero criado en esta misma ciudad, instruido por Gamaliel en la estricta observancia de la Ley de nuestros padres, y devoto de Dios tanto como vosotros". Prosigue con un resumen de su vida: sus comienzos de comisario religiosos persiguiendo cristianos, su caída del caballo camino de Damasco y de cómo el Señor lo instó a predicar fuera de Jerusalén pues los judíos se negaban a escuchar el verdadero mensaje. Llegados a este punto, la chusma perdió la paciencia y prorrumpió en gritos y amenazas, instando al comandante romano a que lo ejecutara. Éste, arrepentido de haberlo dejado hablar, decide azotarlo para ver si de esta forma consigue arrancarle la verdad. Entonces Pablo alega su condición de ciudadano romano; el jefe de la guardia se extraña:
"-Yo tuve que pagar una fortuna para conseguir la ciudadanía.
- Pues yo la tengo por nacimiento -dijo Pablo".
Ante el cariz que están tomando los acontecimientos, el comandante opta por agotar todas las vías legales, así que al día siguiente ordena que comparezca el Sanedrín junto con Pablo por ver si llegan a un acuerdo y lo eximen a él de la responsabilidad que trae dirimir tan espinoso asunto.
Nada más comenzar Pablo a hablar, Ananías, el sumo sacerdote, ordena que lo golpeen en la boca. Pablo se indigna, mas pronto se da cuenta de que la táctica del jefe de los sacerdotes es hacerle perder los estribos para que le falte al respeto, pues entonces incurriría en un grave delito, así que opta por una astuta defensa, provocar el enfrentamiento interno del Sanedrín:
"-Hermanos, soy fariseo, nacido y educado como fariseo, y ahora se me juzga porque creo en la resurrección de los muertos".
La bomba había sido soltada. Inmediatamente cambia el objeto de la discusión, los ánimos se enconan, y los fariseos toman partido a favor de Pablo contra los saduceos. Éstos, a su vez, fuera de sí, quieren lincharlo. El comandante ordena que lo saquen de allí y lo lleven a la fortaleza (suponemos que sería la Torre Antonia).
NOTA.- Ananías es personaje histórico. Ejerció su mandato como Sumo Sacerdote desde año 47 al 59 d.C. Murió asesinado al comienzo de la Guerra del 66.
El comandante se entera de que un gran número de judíos se han conjurado para matar a Pablo; sabe del fanatismo de esta gente y que no descansarán hasta conseguir su objetivo, pues para ellos un juramento ante Yahveh es sagrado. Sin perder tiempo, y fuertemente escoltado, saca a Pablo por la noche, camino de Cesarea donde reside el procurador romano, también le envía una carta explicando todo lo sucedido (por dicha carta sabemos que el comandante de la guardia se llama Claudio Lisias), la carta concluía así: " [...] al recibir informes de que se preparaba un complot contra él, he decidido enviártelo rápidamente, a la vez que he puesto en conocimiento de sus acusadores que deben formular sus demandas ante ti". Y Lisias al fin respiró tranquilo, feliz de haberse librado del problemático agitador cristiano.
A la noche llegaron a Antípatris, y a la mañana siguiente continuaron hasta Cesarea. Presentado ante Félix -el procurador romano- y leída la carta, éste dijo a Pablo: "- Te interrogaré cuando lleguen tus acusadores". Hasta entonces mandó que permaneciera en el Pretorio (palacio) de Herodes.
Cinco días más tarde llega Ananías con un selecto grupo de sacerdotes y un orador (abogado) llamado Tértulo. Exponen, básicamente, que Pablo es el cabecilla de la secta de los nazarenos, que va por todo el Imperio sembrando la discordia entre los judíos. En resumen, lo acusan de sedicioso y alborotador, pues, no en vano, sabían que eso era lo más abominable para la autorictas romana.
La defensa que hace Pablo es impecable, negando las acusaciones de revoltoso y haciendo ver que todo es consecuencia de la rivalidad entre dos sectas religiosas. Félix hace llamar a Claudio Lisias y levanta la sesión, dejando a Pablo custodiado pero no encarcelado. Imaginamos que poca gracia le haría al pobre comandante volver a encararse con el problema que ya creía obviado.
Nadie me quita de la cabeza que todo este complot anti-paulino estaba tramado por los cristianos de Jerusalén en connivencia con el Sanedrín.
"Pocos días después se presentó Félix, acompañado de Drusila, su esposa, que era judía, y mandó llamar a a Pablo y le oyó hablar acerca de la fe cristiana". Lo mandaba llamar con relativa frecuencia para conversar con él, aunque la verdadera razón era que esperaba recibir algún soborno. Según Flavio Josefo, Félix era un redomado corrupto, y habida cuenta que Pablo no tenía dónde caerse muerto el tiempo iba pasando sin avance alguno para la causa de éste.
"Al cabo de dos años, Porcio Festo sucedió en en cargo a Félix, y éste dejó preso a Pablo para congraciarse con los judíos". Sabemos que el relevo en el mando se produjo hacia el año 59 o 60. Pero con el cambio de gobernante las cosas no mejoraron; seguía la fortísima presión del Sanedrín exigiendo la ejecución de Pablo, y el romano andaba deseoso de congraciarse con los judíos de modo tan nimio. Lo único que salvaba al Apóstol era su condición de ciudadano romano.
Un día, Festo tiene la desfachatez de preguntarle si quiere ir a Jerusalén, pues allí se juzgaría mejor su causa. Pablo, que era perro viejo, sabía que probablemente lo asesinarían por el camino, así que le respondió: "- Apelo al tribunal del emperador, que es donde debo ser juzgado". Y Festo no tuvo más remedio que enviarlo a Roma.
Días más tarde llegó la pareja real, Agripa y Berenice, con un fastuoso cortejo, para presentar sus respetos al nuevo dignatario romano. Éste les contó el asunto de Pablo, y, movidos por la curiosidad, pidieron hablar con el acusado.
Pablo vuelve a contar por enésima vez sus aventuras, lo que no deja de ser un subterfugio para hacer apología del cristianismo; una vez más, cuando llega a la resurrección del Mesías, los oyentes tuercen el gesto; Festo le grita: "- ¡Pablo, estás loco! El mucho estudio te hace desvariar". Y Agripa añadió en tono irónico: "- ¡Por poco me convences para hacerme cristiano!". Y ya se marchó el rey, ciertamente habían pasado una velada entretenida, por lo que Agripa comentó a Festo: "- Bien podría ser puesto en libertad, de no haber apelado al emperador".
Por fin Pablo embarca camino de Italia. Al llegar a Creta el tiempo está revuelto y el Apóstol aconseja invernar en la isla, pues el otoño ya está avanzado, pero no le hacen caso y siguen navegando. Se levanta un terrible temporal, durante varios días la nave va a la deriva. Cuando todas las esperanzas estaban perdidas, divisan la costa, al intentar alcanzarla encallan en un banco de arena. Para prevenir que escape ningún prisionero, los soldados pretenden matarlos a todos, pero el oficial al mando, llamado Julio, lo prohíbe.
Unos a nado, otros asidos a tablones, todos consiguen ganar la orilla. Estaban en la isla de Malta. Hacen los náufragos una gran fogata, y al acarrear una brazada de leña, Pablo es mordido por una víbora. Sin embargo el apóstol no sufre daño. Anécdota habitual en la biografía de todo maestro espiritual que se precie.
Saulo y sus compañeros fueron albergados en una finca propiedad del gobernador de la isla, llamado Publio. Allí está el padre de éste, postrado en cama, gravemente enfermo, con fiebre y disentería. Nuestro protagonista le impone las manos y lo cura. Su fama se extiende y acuden enfermos de toda la isla a los que también sanará sin mayor problema.
Al cabo de tres meses, Publio, tras colmarlo de regalos, despide a Saulo y a sus compañeros que parten en el buque alejandrino "Cástor y Pólux" rumbo a Sicilia, luego siguen a Putteolli (Nápoles), y por fin arriba a Roma, donde es acogido cariñosamente por los hermanos de la Urbs.
Se le concede permiso para hospedarse en casa de un amigo, escoltado por un soldado. Tres días más tarde convoca a los dirigentes judíos y les expone su caso, haciendo de paso apología del cristianismo y concluyendo que, habida cuenta la dureza de corazón del Pueblo Elegido, el Señor ha dispuesto que el mensaje se ofrezca a los gentiles. Pablito, como siempre, haciendo amigos.
"Pablo vivió dos años enteros en una casa alquilada por él mismo, y allí recibía con agrado a cuantos iban a visitarlo. Podía anunciar el reino de Dios sin impedimentos y enseñar con plena libertad cuanto se refiere a Jesucristo, el Señor".
Cristo ha resucitado, y durante cuarenta días se va apareciendo a los Apóstoles, de forma esporádica e informal, resultando muy sospechosa la insistencia del autor en que "se había presentado vivo, con muchas pruebas evidentes".
Un buen día, estando el Señor con ellos a la mesa, les ordena que no se marchen de Jerusalén, pues en pocos días van a ser bautizados por el Espíritu Santo. A la pregunta de si va restablecer el reino de Israel, pues parece ser que algunos discípulos comienzan a impacientarse ante la tardanza del cumplimiento de la apocalíptica profecía (eje central de las prédicas del Salvador), la respuesta de Éste es ambigua y evasiva: -"No os toca a vosotros conocer los tiempos o momentos oportunos que el Padre fijó con su propia potestad; mas recibiréis la fuerza del Espíritu Santo, que vendrá sobre vosotros, y seréis mis testigos así en Jerusalén como en toda Judea y Samaría, y hasta el último confín de la Tierra". Dicho lo cual, y sin esperar turno de réplica, se eleva a los Cielos hasta ser ocultado por una nube. Sin tiempo para reponerse del susto aparecen dos hombres vestidos de blanco anunciándoles que Jesús volverá.
Todo muy enigmático, no sabemos quiénes eran esos hombres, ni como volverá Jesús ni para qué. Tan sólo se nos insinúa que la Ascensión se ha producido en el Monte de los Olivos, pues desde allí encaminan los discípulos sus pasos hacia Jerusalén.
Luego, se reúnen los apóstoles con la Virgen María, los hermanos de Jesús y varias mujeres. La lista apostólica coincide con la que Lucas da en su evangelio:
-Pedro, Juan, Santiago, Andrés, Felipe, Tomás, Bartolomé, Mateo, Santiago el de Alfeo, Simón el Zelote y Judas el de Santiago.
Esta relación es prácticamente idéntica a la que nos dan Mateo y Marcos:
-Simón llamado Pedro y su hermano Andrés, hijos de Juan; Santiago y su hermano Juan, hijos de Zebedeo; Felipe, Bartolomé, Tomás y Mateo el publicano, Santiago hijo de Alfeo y Tadeo; Simón el cananeo y Judas Iscariote.
Como vemos, las diferencias estriban en la denominación del segundo Simón, llamado zelote por Lucas y cananeo por Marcos y Mateo. Igualmente, Lucas habla de un Judas hijo de Santiago, mientras los otros sinópticos se refieren a Tadeo.
"Todos éstos, junto con las mujeres, con María la madre de Jesús y con los hermanos de éste, oraban constantemente en íntima armonía."
Según Mateo y Marcos, los hermanos de Jesús eran: Santiago, José, Judas y Simón. Es probable que haya confusión entre los hermanos y algunos apóstoles.
El caso es que Pedro propone que se cubra el puesto vacante dejado por Judas Iscariote, el apóstol execrable que vendió al Señor, el cual, abrumado por los remordimientos, acabó arrojándose al vacío para caer reventado en el campo comprado con el producto de su iniquidad (contradiciendo el ahorcamiento del que nos habla Mateo 27). Echado a suertes entre dos candidatos el agraciado es Matías.
Y, como lo prometido es deuda, el día de Pentecostés reciben el Espíritu Santo en forma de lengüecicas de fuego. Casualmente esta fiesta se celebraba 50 días después de Pascua, y simbolizaba la recolección de la cosecha. O sea, Cristo muere y resucita en Primavera, y cincuenta días más tarde se recoge el fruto de su semilla plantada.
El fuego divino, al entrar en el cuerpo de los discípulos, los transforma en seres superiores: hablan varias lenguas, hacen milagros y rebosan sabiduría.
Pedro, ya perdido el miedo, lanza un vibrante discurso y proclama ante la multitud que Cristo ha resucitado y es el Mesías. Antes de la puesta de Sol ha hecho tres mil conversos. Por contra, Jesús no pasó de los ciento veinte acólitos.
Formaron una comunidad de bienes muy parecida a la esenia, aparentemente feliz y relajada, pero en realidad era una secta implacable.
Al poco, hace Pedro su primer milagro. Yendo a rezar hacia el Templo en compañía de Juan, se cruza con un cojo y lo cura en el nombre de Jesucristo. Tal hecho -como no podía ser menos- causa un gran revuelo, y Pedro aprovecha el tumulto para ponerse a predicar el final de los tiempos, pero convenientemente dulcificado y descafeinado para hacerlo más digestivo; es decir, un mensaje coyuntural:
"Matasteis así al autor de la vida [...] no obstante, hermanos, sé que tanto vosotros como vuestros dirigentes hicisteis aquello por ignorancia [...] Por tanto, convertíos y volveos a Dios para que vuestros pecados os sean borrados. Así hará venir el Señor una era de tranquilidad, y enviará de nuevo al Mesías que previamente os había destinado, es decir a Jesús".
Como podemos ver, el aterrador apocalipsis desbordante de terremotos, catástrofes y ángeles tocando a degüello, que predicara Jesús, ha quedado reducido a "una era de tranquilidad", exculpando de paso, a todos, de la sangre del Cordero de Dios. Todo sea por ganar prosélitos; si es que no hay nada como ser políticamente correcto.
CAPITULO 4.- "Aún estaban Pedro y Juan hablando al pueblo, cuando se presentaron allí los sacerdotes, el jefe de la guardia del Templo y los saduceos". Inmediatamente son detenidos y encarcelados.
"Al día siguiente se reunieron en Jerusalén las autoridades, los ancianos y los maestros de la Ley. Estaban presentes Anás, que era sumo sacerdote; Caifás, Juan, Alejandro y todos los miembros de la clase sacerdotal dirigente. Hicieron comparecer a Pedro y Juan, y les preguntaron:
-¿Con qué poder habéis hecho eso vosotros? ¿Quién os ha dado tal autoridad?"
Pedro -que no deja escapar ocasión- aprovecha para deslumbrarlos con su fluida verborrea en un discurso vibrante que desconcierta al tribunal.
"Así que los llamaron y les prohibieron terminantemente que hablaran de Jesús o enseñaran en su nombre".
Mas ellos dejan claro que no piensan obedecer. En cualquier caso los dejaron libres.
Pedro y Juan se reúnen con los suyos, oran al Señor y vuelven a recibir todos al Espíritu Santo.
La primitiva Iglesia va creciendo, y todos los bienes son puestos en común, al estilo esenio, como ya dijimos.
Pero el pecado surge en el inmaculado seno de la comunidad naciente: Ananías y Safira venden una finca pero se reservan parte del dinero obtenido. Son descubiertos y Pedro los maldice; ambos caen fulminados. Todo un aviso a navegantes.
En vista de que los cristianos siguen con su actitud proselitista "el Sumo Sacerdote y todos los de su partido, es decir, los saduceos, ciegos de furor, apresaron a los apóstoles y los metieron en la cárcel pública. Pero un ángel del Señor abrió por la noche la puerta de la prisión y, haciéndolos salir, les dijo:
- Id y anunciad al pueblo, en medio del Templo, todo lo referente a esta nueva vida".
Y así lo hicieron, con el consiguiente escándalo al descubrir los sacerdotes que los prisioneros, no sólo se han fugado, sino que están predicando en el mismísimo Templo. Vuelven a arrestarlos, pero esta vez con intención de matarlos. Afortunadamente, intercede por ellos un fariseo respetado por todos, doctor en las Sagradas Escrituras, llamado Gamaliel (que podría ser el maestro de Pablo de Tarso). Destaquemos que, en este discurso, Gamaliel saca a relucir las rebeliones de Teudas y de Judas Galileo, personajes históricos mencionados por Flavio Josefo. Afortunadamente logra aplacar al Sanedrín y la pena se rebaja a una tanda de azotes.
CAPITULO 6.- Los cristianos de origen heleno (probablemente de Alejandría, pero judíos en cualquier caso) estaban descontentos porque la comunidad no atiende debidamente a su grupo de viudas, escatimándoles el diario sustento. Para solucionarlo, los Apóstoles crean una comisión de siete santos varones (imaginamos que siguiendo el modelo griego de los Siete Sabios) dedicados a esta tarea en exclusiva. Los designados fueron: Esteban, Felipe, Prócoro, Nicanor, Timón, Pármenas y Nicolás; este último oriundo de Antioquía.
A Esteban le tiende un grupo de Judíos fanáticos una celada, acusándolo de blasfemo (igual que hicieran con Jesús). Una vez arrestado proceden a juzgarlo:
-"Este hombre está siempre hablando contra la Ley y contra este Santo lugar. Le hemos oído decir que el tal Jesús de Nazaret va a destruirlo y a cambiar las tradiciones que nos legó Moisés".
Esteban se defiende con un discurso largo y farragoso, relatando la historia de Israel desde el pacto de Abraham hasta el reinado de Salomón, para concluir acusándolos de asesinos de profetas y de incumplidores de la Ley (nada como hacer amigos). Colmada la paciencia del Sanedrín, y aprovechando que el bueno de Esteban ha declarado haber visto a Jesucristo a la diestra del Padre, lo arrastran a las afueras de Jerusalén y proceden a lapidarlo. Allí estaba un joven llamado Saulo, al que pusieron al cuidado de las ropas del condenado.
Cuesta creer que a Jesús tuvieran que llevarlo ante Pilatos para poder matarlo, y a Esteban lo liquidaran sobre la marcha. La pena de muerte sólo podía dictarla el poder de Roma, por lo que todo el asunto del martirio de Esteban tiene muchas probabilidades de ser una fábula.
CAPITULO 8.- "Aquel mismo día se desató una violenta persecución contra la Iglesia de Jerusalén. Todos los fieles, a excepción de los Apóstoles se dispersaron por las regiones de Judea y Samaría [...] mientras tanto, Saulo asolaba la Iglesia: irrumpía en las casas, apresaba a hombres y los metía en la cárcel".
Una vez más volvemos a lo mismo; para iniciar una persecución de esta índole, había que contar con el beneplácito del procurador romano de la provincia, que para eso estaba, y es casi imposible que Poncio Pilatos autorizara tal campaña. Y sin embargo, por los textos esenios hallados en Qumrán, deducimos que hubo una persecución contra las sectas de tipo apocalíptico hacia el año 37; entre las cuales habría que contar a esenios, bautistas y cristianos.
Felipe aterriza en Samaría y se pone a predicar y a realizar milagros, logrando convertir a Simón el Mago, quien no se despegaba del Apóstol pues esperaba recibir sus poderes.
Habida cuenta el éxito arrollador de Felipe, suben también a la región Pedro y Juan; éstos imponían las manos a las gentes para que recibieran el Espíritu Santo. Simón el Mago les ofrece dinero para conseguir esa facultad. Pedro le recrimima tan execrable actitud.
Al poco, ambos apóstoles regresarán a Jerusalén, mientras que un ángel insta a Felipe para que vaya al camino que une Jerusalén con Gaza. Allí encuentra a un eunuco etíope, tesorero imperial de la reina Candace, al que acaba bautizando:
"El etíope mandó parar el carro; bajaron al agua y Felipe lo bautizó. Apenas salieron del agua, el Espíritu del Señor arrebató a Felipe, y el etíope no volvió a verlo, pero siguió su camino lleno de alegría. Felipe, a su vez, se encontró en Azoto, circunstancia que aprovechó para anunciar la buena nueva en las ciudades por las que fue pasando hasta llegar a Cesarea".
Y del buen Felipe nunca más se supo.
NOTA.- Había dos "Cesareas", una en los Altos del Golán y otra en la costa samaritana, al norte de la actual Tel Aviv; creo que el Evangelio se refiere a esta última. Respecto a Azoto, diremos que se refiere a la filistea Ashdod, al sur de Cesarea, ciudad que se conserva hoy día, y que está en la costa, a unos 40 Kms. al sur de Tel-Aviv.
CAPITULO 9.- Todo este prolijo introito ha ido encaminado, exclusivamente, a presentar la figura de Saulo, eje central de los Hechos, así que ya, por fin, irrumpe imparable el sin par Apóstol de las gentes:
"Entre tanto, Saulo, que seguía con el corazón lleno de amenza de muerte contra los discípulos del Señor, se dirigió al Sumo Sacerdote y le pidió cartas de presentación para la sinagoga de Damasco. Su intención era conducir presos a Jerusalén a cuantos seguidores del nuevo camino del Señor encontrara, tanto hombres como mujeres"
De nuevo recordamos que para tomar este tipo de iniciativa había que contar con la autorización del poder romano, y en este caso no bastaba sólo el plácet del procurador de Judea, sino con el del gobernador del Siria. Por eso, y a pesar de las noticias de una posible persecución en los documentos qumranitas, se nos hace muy difícil aceptar de modo literal la versión evangélica.
Camino de Damasco le sucede el episodio archiconocido de la caída del caballo. Ciego, como estaba, es conducido a la capital y atendido por cristianos. Uno de ellos, Ananías, a instancias del Señor, le sana la vista.
A los pocos días ya está restablecido y, para asombro de propios y extraños, se lanza a proclamar la buena nueva. Obviamente esta descarada traición no queda impune y los judíos damascenos deciden eliminarlo; pero el complot se descubre y "los discípulos de Saulo lo descolgaron una noche por la muralla metido dentro de un cesto". Fijémonos en el detalle de que, a pesar de llevar muy poco tiempo convertido a la verdadera fe, ya tenía su grupo de discípulos.
Consigue llegar a Jerusalén, pero todos desconfían de él, creen que su conversión es un ardid. No obstante, Bernabé se hace valedor suyo y logra que sea aceptado sin reticencias.
Pero la tranquilidad dura poco, pues los judíos de habla griega quieren matarlo; "al enterarse, los hermanos lo escoltaron hasta Cesarea y después lo encaminaron a Tarso. La Iglesia gozó de un periodo de paz en toda Judea, Galilea y Samaría. Fueron días en que, impulsada por el Espíritu Santo, y plenamente fiel al Señor, iba consolidándose y extendiéndose cada vez más".
El final de este capítulo nueve es dedicado por el autor a comentar el milagroso itinerario de Pedro por las ciudades de Jope (Jaffa = Tel-Aviv) y Lida, donde cura al paralítico Eneas y resucita a una mujer.
CAPITULO 10.- Vivía en Cesarea un centurión romano llamado Cornelio, "era hombre religioso que, junto con su familia, rendía culto al Dios verdadero".
También esto es improbable; estaba prohibido que los militares en campaña viviesen con su familia. Además, un centurión residía en el campamento, nunca en una población.
Un ángel del Señor lo insta para que envíe mensajeros a Jope y traiga a su casa a Pedro. Así se hace, y cuando Pedro se encuentra con ante el centurión le dice:
- "Como sabes, a un judío le está prohibido alternar con extranjeros o entrar en su casa. Pero Dios me ha hecho comprender que a nadie debo considerar impuro o profano".
Como puede verse, este episodio es un claro montaje de la escuela ecuménica paulina para demostrar que, incluso Pedro, aceptó que el cristianismo se extendiese entre los no judíos. A continuación, el Espíritu Santo desciende sobre todos ellos, tanto judíos como gentiles: "Pedro dijo entonces: -¿Puede negarse el bautismo a estas personas que han recibido, como nosotros, el Espíritu Santo?".
Cuando regresa a Jerusalén será recriminado por el resto de los Apóstoles "- ¡Has entrado en casa de incircuncisos, y hasta has comido con ellos!". Pero al oír las razones de Pedro, todos quedarán convencidos y admirados: "- ¡ Así que Dios ha concedido también a los no judíos la oportunidad de convertirse para alcanzar la vida eterna!"
Entre tanto, la Iglesia se va extendiendo por Chipre, Cirene y Antioquía. Ésta era una urbe importantísima, casi una ciudad-Estado, y los Apóstoles envían allí a Bernabé. Tras una intensa labor evangelizadora se dirige a Tarso, recoge a Saulo y tornan ambos a Antioquía, allí permanecen un año. "Fue precisamente en Antioquía donde por primera vez se llamó cristianos a los creyentes"
CAPITULO 12.- "Por entonces [año 44] inició el rey Herodes una persecución contra algunos miembros de la Iglesia. Ordenó la ejecución con espada de Santiago, el hermano de Juan; y, al comprobar la satisfacción que con ello había causado a los judíos, procedió a encarcelar a Pedro, en fecha que coincidió con la fiesta de la Pascua"
Y conviene que nos detengamos en este asunto. El historiador Flavio Josefo nos narra este mismo acontecimiento, pero con notables variaciones; los hechos habrían ocurrido hacia el año 60 del siguiente modo:
Por aquel entonces (ahora estamos hablando del año 60) Judea estaba gobernada por un procurador romano que resolvía todos los asuntos de la provincia, sin embargo el nombramiento de los sumos sacerdotes era decidido por Agripa II, rey de prácticamente toda Palestina excepto de Judea. Este Agripa era hijo del que, según la narración de los Hechos que acabamos de leer, mató a Santiago, el hermano de Juan a espada.
Y en este año 60, y según la versión de Flavio Josefo, muere Festo, el procurador romano de turno. El nuevo procurador será Albino, pero, en este ínterin, el Sanedrín, presidido por el Sumo Sacerdote Anán (Anás), aprovechó el vacío de poder resultante para reunirse, y "llamó a juicio al hermano de Jesús que se llamó Cristo; su nombre era Santiago, y con él hizo comparecer a varios otros. Los acusó de ser infractores de la Ley y los condenó a ser apedreados". Cuando llegó Albino, amenazó a Anán por semejante osadía, y Agripa rápidamente lo destituyó de su cargo, ocupando su puesto Jesús, hijo de Damneo.
Algunos piensan que el texto de Flavio Josefo contiene interpolaciones cristianas, pero yo no lo creo, pues no habrían hecho a Santiago hermano de Jesús. Lo más probable es que el autor de Hechos sufriera una confusión en sus fuentes y tergiversara fechas y personajes. Recordemos cómo, en Marcos 6:3, al ver a Jesús sus paisanos en la sinagoga dicen:
"- ¿No es éste el carpintero, el hijo de María, y hermano de Santiago, de José, de Judas y de Simón?".
Lo que significa que, en efecto, Jesús tenía un hermano llamado Santiago, que se hizo cargo de la naciente comunidad cristiana, pero Hechos, lo confunde con Santiago Zebedeo.
Así pues, y para resumir, tenemos dos versiones:
a) FLAVIO JOSEFO.- Hacia el año 60, siendo emperador Nerón, y Agripa II rey de Palestina (excepto Judea), el Sanedrín presidido por Anán lapida a Santiago, hermano de Jesús, Cristo.
b) HECHOS 12.- Hacia el año 44, siendo emperador Claudio, y rey de Judea Agripa I, éste ordena ejecutar a espada a Santiago Zebedeo, el hermano de Juan.
Por otra parte en el capítulo 21 de Hechos, Pablo llega a Jerusalén y se reúne con "Santiago y todos los ancianos", dando a entender que este Santiago es el jefe de la Iglesia jerosolimitana. En ese momento estamos a principio de los años cincuenta, por lo que sería posible casar ambos hechos: en el año 44, Agripa I, ordena decapitar a Santiago Zebedeo, y en el 60, aproximadamente, reinando Agripa II, sucedería el apedreamiento de Santiago, el hermano de Cristo. Pero las casualidades son excesivas, yo creo que hay un error o tergiversación deliberada en toda esta historia.
Volvamos a la narración de los Hechos de los Apóstoles. Poco tiempo estará Pedro entre rejas, pues un ángel del Señor lo libera. "Después de orientarse, se encaminó hacia la casa de María, la madre de Juan, apellidado Marcos, donde había muchas personas en oración".
Cuando se comunica a Herodes la fuga del preso, ordena que se ejecute al pelotón de la guardia, 16 hombres en total.
Pedro se refugiará en Cesarea durante algún tiempo. Entre tanto, Herodes Agripa I recibe una legación de tirios y sidonios, ciudades con las que tenía graves litigios. El rey, ricamente ataviado, comienza un discurso "y el pueblo lo aclamaba: -¡No es un hombre quien habla, sino un dios!
Y en ese instante fue herido por un ángel del Señor por cuanto no había dado gloria a Dios, y roído de gusanos expiró".
Flavio Josefo da una versión muy parecida: Herodes hizo celebrar unos espectáculos en honor de Claudio en el teatro de Cesarea. Apareció con una rica vestidura tejida en plata que resplandecía de modo espectacular. El pueblo comenzó a adularlo aclamándolo como si fuese un dios, estando el rey encantado con esa actitud. Entonces comenzó a sentir unos violentísimos dolores en el vientre y a los cinco días murió. Probablemente fue una apendicitis.
Antes de seguir mencionaremos una curiosa anécdota que sucedió al principio del Reinado de Herodes (año 41), y nos la cuenta Flavio Josefo:
"Un nativo de Jerusalén, de nombre Simón, que tenía fama de ser conocedor de la Ley, convocó al pueblo en una oportunidad en que el rey había ido a Cesarea; atreviose a denunciarlo como impuro y merecedor de que se le prohibiera la entrada en el Templo"; cuando Agripa se enteró mandó llamar al sedicioso "y haciéndolo sentar a su lado, pues se encontraba en el teatro, con voz pacífica y plácida le preguntó: -Dime ¿qué hay aquí que esté prohibido por la Ley?"
Simón no atinó a contestar y le pidió perdón. Entonces Herodes le hizo varios regalos y lo dejó en libertad. ¿Podría ser este Simón el Apóstol Pedro? Siempre he querido creer que sí.
Por último reseñar que, cuando Pedro llega a casa de María, la madre de Juan Marcos, y relata la aventura de su fuga, concluye diciendo "-Comunicádselo a Santiago y a los otros hermanos". Lo cual es prueba evidente de que Santiago era la principal figura de la naciente Iglesia, y evidentemente no era Santiago Zebedeo "Boanerges", sino Santiago el hermano del Señor.
Y concluye el capítulo 12 con la buena nueva de que "el mensaje de Dios se divulgaba y penetraba en todas las esferas sociales. En cuanto a Bernabé y Saulo, cumplida su misión, regresaron a Jerusalén, llevando consigo a Juan Marcos".
CAPITULO 13.- Es evidente que los "Hechos" se formaron con retazos de recuerdos y narraciones variadas difíciles de casar. Al menos, podemos señalar dos partes bien diferenciadas:
1.- La introducción, con el primer relato de los milagros de Pedro y la formación de la primitiva Iglesia. Tiene poco fundamento histórico, abunda en hechos milagrosos y deja claro que apenas contaba el narrador con datos sobre los apóstoles. La figura de Pablo aparece de modo muy forzado e inverosímil, y se busca tan sólo hacer una puesta de escena adecuada para traspasarle todo el protagonismo de la historia.
2.- La hagiografía de Pablo, que comienza en el capítulo 13 y no tiene ningún punto de conexión con todo lo anterior, siendo un corpus diferente, distinto y aislado. Comienza dando por sentado que existe un importante grupo cristiano en Antioquía del que Saulo forma parte del grupo dirigente. Éste sería, en realidad, el auténtico comienzo de "Hechos".
"Había en la Iglesia de Antioquía varios profetas y maestros; a saber: Bernabé; Simeón, apodado el Negro; Lucio de Cirene; Manahén, hermano de leche del tetrarca Herodes y Saulo".
Un día, el Espíritu Santo ordena que Bernabé y Saulo se dirijan a Seleucia para embarcarse rumbo a Chipre para iniciar una gira evangelizadora; "también tenían a Juan [Marcos] como ayudante".
Predican en las sinagogas de Salamina, recorriendo después toda la isla de Chipre hasta llegar a Pafos. Allí son conducidos a la presencia de Sergio Paulo, procónsul, que desea oír el mensaje que proclaman. Pero un mago del séquito hacía todo lo posible para apartar al romano de la fe, así que, harto ya de sus ingerencias, Pablo lo maldice, dejándolo ciego por una temporada: "al punto cayeron sobre él nieblas y obscuridad, y, dando vueltas andaba buscando una mano que lo guiase. Entonces, viendo el procónsul lo acaecido, creyó, asombrándose de la doctrina del Señor". No era para menos...
Chipre era una de las pocas provincias senatoriales, por lo que es probable que tuviese un procónsul a su cargo, en cualquier caso desconocemos su nombre (el gobernador más famoso e importante de la zona y época fue el de la provincia Siria: Casio Longino). También es lógico pensar que en esa isla pequeña y aburrida la llegada de unos predicadores hebreos podría haber despertado la curiosidad de su gobernador. Obviamente la historia de la ceguera del mago, y de la conversión de Sergio Paulo es pura fábula.
Después de esto "Pablo y su compañero se dirigieron por mar desde Pafos hasta Perge [en la costa de Asia Menor], ciudad de Panfilia. Pero Juan [Marcos] se separó allí de ellos y regresó a Jerusalén. Desde Perge continuaron su viaje hasta llegar a Antioquía de Pisidia, y entrando en la sinagoga el día del sábado tomaron asiento".
No debe confundirse esta Antioquía de Pisidia con la Antioquía de Siria, capital económica y cultural de todo el Mediterráneo oriental. Será Antioquía de Siria la ciudad elegida por Pablo como cuartel general de sus predicaciones; el inteligentísimo apóstol es consciente que desde Jerusalén es imposible llevar a cabo una labor evangelizadora universal. Aquí comenzará el primer gran cisma: Antioquía versus Jerusalén.
Y en Antioquía de Pisidia comienza Pablo un largo discurso adoctrinador. Como quiera que un número importante de judíos les fueran hostiles «Pablo y Bernabé les dijeron sin miramientos:
-Era nuestro deber anunciaros a vosotros los primeros el mensaje de Dios. Pero ya que lo rechazáis y vosotros mismos os descalificáis para la vida eterna, nos dedicaremos de lleno a los gentiles. Así nos lo ha ordenado el Señor: "Te he puesto como luz de las naciones y como portador de salvación para el mundo entero".
Cuando los gentiles oyeron esto, se alegraron sobremanera y no cesaban de alabar el mensaje del Señor. Y todos lo que estaban destinados a la vida eterna abrazaron la fe"».
Los judíos acabaron expulsándolos de allí, y se dirigieron a Iconio, donde se repitió la historia. "Huyeron a Listra y Derbe, ciudades de Licaonia, y a la región vecina, donde igualmente anunciaron la buena nueva".
En Listra, Pablo cura a un cojo, y la multitud los toma por dioses, llamando Zeus a Bernabé y, a Pablo, Hermes. Los apóstoles intentan sacarlos de su error y les hablan del Camino, pero, en esto, que hacen acto de presencia sus perseguidores e indisponen a la audiencia contra los mensajeros de Dios, "hasta el punto de que apedrearon a Pablo y lo arrastraron a las afueras de la ciudad, dejándolo por muerto". Afortunadamente sólo estaba inconsciente, "y al día siguiente salió con Bernabé para Derbe". Tras predicar en esta ciudad desandan el camino y regresan a Listra, Iconio y Antioquía de Pisidia para consolidar las nuevas conversiones y nombrar dirigentes para estas nuevas comunidades cristianas.
De Pisidia van a Panfilia, Perge y Atalía. Allí embarcan para Antioquía de Siria, su hogar, donde descansarán una buena temporada.
CAPITULO 15: EL CONCILIO DE JERUSALÉN
Era inevitable que surgiesen las fricciones entre los apóstoles auténticos -los que estuvieron conviviendo diariamente con Jesús, defensores a ultranza de la Ley Mosaica- y el advenedizo Pablo, partidario de abolirla en beneficio de una mayor expansión del cristianismo. Y se decide que Pablo y Bernabé se dirijan a Jerusalén para clarificar tan espinosa cuestión.
El concilio fue acalorado y debatido. Pablo y Bernabé fueron replicados por un grupo de fariseos convertidos. Al acabar, piden la palabra Pedro y Santiago que dan la razón a los primeros. Esto supone la victoria para Saulo.
"Entonces resolvieron los apóstoles y los presbíteros, con toda la Iglesia, escoger alguos de entre ellos para enviarlos a Antioquía con Pablo y Bernabé, lo cuales fueron Judas Barsabas y Silas, personas de autoridad entre los hermanos".
Además portarán una carta, en nombre del Concilio, dirigida a los cristianos de Antioquía, Siria y Cilicia, donde eximen a los nuevos conversos de toda servidumbre de la Ley, con cuatro excepciones tajantes: "No tomar alimentos que procedan de sacrificios a ídolos o de animales ahogados; no comer sangre y no cometer inmoralidades sexuales".
Y así llegaron todos juntos a Antioquía, contentos y felices de que reinara la concordia y la buena armonía. Pasado algún tiempo, Pablo propuso a Bernabé retomar su tarea apostólica, idea que aceptó encantado. Volvían los viejos tiempos: los tres mosqueteros predicando el Mensaje de Dios. Sin embargo había un "pero" insoslayable: Pablo exige que Juan Marcos no vaya con ellos, lo consideraba poco menos que un desertor por haberlos abandonado en Panfilia. "Esto promovió entre ellos tan fuerte discusión que llegaron a separarse; Bernabé tomó consigo a Marcos y se embarcó para Chipre. Pablo, por su parte, escogió como compañero a Silas". Y Saulo, con su nuevo compañero, comienza su periplo evangelizador por Siria y Cilicia (patria de Pablo).
CAPITULO 16.- Llegaron a Derbe y Listra. "Allí conoció [Pablo] a un cretense llamado Timoteo. Su padre era griego, y su madre una judía convertida al cristianismo". Desde ese momento queda prendado del muchacho y, tras circuncidarlo, se lo queda como compañero de viaje.
El Espíritu Santo les hace saber que no han de predicar en Asia; por lo que atraviesan Frigia y Galacia (en el centro de Asia Menor), al llegar a la frontera de Misia "intentaron dirigirse a Bitinia, pero no se lo consintió el Espíritu de Jesús". Extraño pasaje, vive Dios. Así que siguieron hacia abajo hasta llegar a Tróade (Troya). "Aquella noche tuvo Pablo una visión; un hombre macedonio en pie le suplicaba:
-¡Pasa a Macedonia, ayúdanos!". Y así lo hicieron.
Y sin explicarnos el motivo, a partir del versículo 11 de este capítulo 16 la narración se hace en primera persona, y es Timoteo quien va contando la historia. Más adelante se vuelve al relato en tercera persona, y así se irá alternando a lo largo del libro.
Desembarcan en Samotracia, y al día siguiente zarpan para Neápolis, de allí pasan a Filipos, y convierten a Lidia, una mujer comerciante en púrpura, que los aloja en su casa.
Un día exorcidan a una esclava que, gracias al demonio que la poseía, tenía el don de la profecía, lo cual reportaba grandes beneficios a sus amos. Muerto el perro se acabó la rabia y, al quedar curada la muchacha, el negocio de adivinación se vino abajo; así que sus amos llevan a Pablo y Silas ante los tribunales, acusándolos de subvertir el orden establecido. Los pretores dieron orden de que los desnudaran y azotaran, y que luego los encarcelaran. Mas cuando llegó la noche se produjo la escena de costumbre: terremoto, fenómenos poltergeist, puertas que se abren, cepos que se caen... El carcelero pensó que se le habían escapado los presos y sacó su espada para suicidarse, pero Pablo, desde el fondo del calabozo, lo disuadió diciéndole que allí seguían. En cualquier caso, el prodigio obrado bastó para convencer al ingenuo guardia y se bautizó junto con toda su familia.
A la mañana siguiente, los magistrados enviaron orden para que los pusieran en libertad. Entonces Pablo -qué dulce es la venganza- les dijo a los lictores: "-¿Despues de azotarnos públicamente sin sentencia judicial nos echan a la carcel, siendo, como somos, ciudadanos romanos, y ahora pretenden que nos marchemos a hurtadillas? ¡De eso nada! ¡Que vengan los pretores a sacarnos!". Cuando éstos se enteraron de que eran ciudadanos romanos tuvieron gran temor, y fueron en persona a pedirles disculpas, rogándoles que se marcharan de la ciudad. Pablo, que tampoco quería extremar las cosas, les hizo caso.
CAPITULO 17.- Pasaron por Anfípolis y Apolonia, llegando a Tesalónica. Allí, durante 3 sábados, estuvo Pablo disputando y predicando en las sinagogas. Los que se convertían eran mayoritariamente judíos de origen griego; mientras que los ortodoxos promovían revueltas contra los intrusos y contra los conversos. Así que huyen hacia Berea, mas al poco se repite la escena, y han de escapar una vez más.
Primero se embarca Pablo, hacia Atenas, y al cabo de unos días se reunirán con él Silas y Timoteo.
Y aquí tenemos a Pablo, en Atenas, entusiasmado, paseando por el ágora, disputando con epicúreos y estoicos predicando su extraña doctrina; un día lo ponen en mitad del Areópago para que explique a gusto y sin prisas su nueva religión. Los atenienses escuchaban educados en silencio hasta que llegó a la parte en que Jesucristo resucita; "cuando oyeron hablar de resurrección de muertos, unos se burlaron y otros dijeron: -Ya nos hablarás de ese tema en otro momento...".
Fue uno de los golpes más fuertes que recibió el Apóstol de los gentiles; su fracaso fue monumental, por más que se nos diga que hubo algunos conversos, como S. Dionisio Areopagita o la mujer llamada Dámaris. Se dio cuenta que, ante un público ilustrado, la Buena Nueva se convertía en infantil superchería, por tanto su estancia en Atenas era una absurda pérdida de tiempo. Cuál no sería la humillación que sentía, que se marchó de allí sin esperar a Silas ni Timoteo.
Arriba a Corinto. Allí traba amistad con el matrimonio judío formado por Aquila y Priscila; procedían de Italia, y venían exilados por culpa del decreto de expulsión de judíos que promulgó Claudio hacia el año 50, por culpa de los tumultos que provocó un tal Cresto en Roma. Pablo se asocia y vive con ellos, pues también fabricaban tiendas de campaña. Entre tanto predicaba en la sinagoga.
Por entonces llegan Silas y Timoteo; Pablo ya está harto de sufrir ofensas y violencia por parte de los judíos, así que "sacudiendo su ropa les dijo: -Vuestra sangre recaiga sobre vuestra cabeza, que yo soy inocente de esa sangre. Desde este momento me dedicaré a los gentiles".
Dicho y hecho, se alojó en casa de un tal Ticio Justo y no quiso saber nada más de los judíos. Entonces, paradójicamente, se convirtió Crispo, el principal de la sinagoga. Pablo permaneció año y medio en Corinto predicando la Palabra de Dios.
También se nos habla de un litigio menor presentado por los judíos contra los cristianos ante el procónsul de Acaya, Galión. Este personaje es histórico y ejerció su mandato hacia el año 52.
Pablo se embarca para Siria junto con sus socios Aquila y Priscila. En Céncreas se había rapado la cabeza, por una promesa. Al llegar a Éfeso, Pablo deja a sus acompañantes y se dirige a Cesarea, donde saluda a los miembros de la Iglesia, para llegar, por último, a Antioquía, su hogar y base de operaciones. Pasado un tiempo "recorrió las regiones de Galacia y Frigia, confortando en la fe a todos los fieles".
Mientras tanto, aterriza por Éfeso un tal Apolo, judío de Alejandría, hombre elocuente y muy versado en la Escrituras; "hablaba y enseñaba con bastante exactitud acerca de los temas concernientes a Jesús, aunque no había conocido más bautismo que el de Juan". Según este párrafo, Apolo no bajaba de los 40 años, pues conoció al Bautista, el cual fue asesinado sobre el año 30, así que debía de ser de la quinta de Pablo. No obstante se me hace difícil comprender cómo un judío alejandrino pudo haber recalado en Galilea y hacerse discípulo del Bautista. También pudo suceder que Apolo fuera bautizado por los discípulos de la secta que fundara Juan, con lo que podría ser mucho más joven.
Priscila y Aquila acogen a Apolo y lo instruyen más a fondo en la nueva doctrina. Éste manifiesta su deseo de ir a Acaya y la congregación acepta.
Durante la estancia de Apolo en Corinto, Pablo estuvo recorriendo las regiones interiores del Asia Menor; luego permaneció tres meses en Éfeso, "formó entonces un grupo aparte con los creyentes a quienes instruía a diario en un aula de la escuela de Tirano. Y esto continuó por espacio de dos años". Incluso el texto occidental de Hechos precisa que Pablo enseñaba de once de la mañana a cuatro de la tarde.
El prestigio de los cristianos iba creciendo (Ver episodio de los hijos de Escevas en 19:13-20; unos exorcistas judíos fracasados y atacados por los mismos demonios a los que pensaban dominar, los cuales diablos declaran que conocen el poder de Jesús y de Pablo pero se burlan de estos otros voluntariosos pero torpes hebreos).
"Determinó Pablo ir a Jerusalén, pasando por Macedonia y Acaya, y pensó:
-Después que llegue allí, tendré también que visitar Roma.
Y habiendo despachado para Macedonia a dos de sus auxiliares, Timoteo y Erasto, él se quedó algún tiempo en la provincia de Asia".
Por entonces se produjo un altercado cuando Demetrio, platero de la ciudad de Éfeso, entendió que las prédicas de Pablo y sus compañeros podrían poner en peligro el lucrativo negocio de la venta de reliquias y miniaturas del grandioso templo de Artemisa. Todo el barrio de orfebres se exaltó y echó mano a dos discípulos de Pablo, en seguida se sumó una gran muchedumbre terriblemente excitada que acabó en el teatro dando vivas a la divina Ártemis efesia. Afortunadamente el magistrado de la ciudad logró aplacarlos y todo quedó en nada.
Pablo parte para Macedonia, visitando allí a los hermanos en la Fe. Luego, bajó a la península helena donde pasó tres meses.
De nuevo los judíos traman un complot contra Pablo, por lo que decide regresar escoltado por varios hermanos. Llegan a Tróade, y celebran la fiesta de los panes sin levadura (la Pascua, supongo) en casa de unos amigos. Tras la cena, nuestro protagonista les suelta un discurso que ni los del compañero Fidel. Un muchacho, llamado Eutico, estaba sentado en la ventana, pero el sopor lo vence y se precipita al vacío, muriendo en el acto. Pero a grandes males grandes remedios, Pablo lo resucita y siguió hablando hasta el amanecer. En Tróade se detienen durante una semana, para luego proseguir hacia Mileto. Desde allí manda llamar a los dirigentes de la Iglesia de Éfeso, quiere despedirse de ellos, pues presiente que no los verá más. Tras un emotivo discurso lo acompañan al barco con lágrimas en los ojos. Pablo tiene prisa por llegar a Jerusalén antes de Pentecostés. Aunque no lo dice parece ser que ha recibido noticias de que la Iglesia de Jerusalén lo ha citado para que dé cuenta de sus actos.
CAPITULO 21.- Pasan por Cos, rodas, Patara, Tiro y Tolemaida. Allí desembarcan, y al día siguiente van a Cesarea. Los recibe Felipe, el evangelista, "que era uno de los siete", y los aloja en su casa. De este personaje no sabemos nada, ni por qué lo llama evangelista ni, tampoco, qué suponía ser "uno de los siete". Lo más lógico es pensar que la Iglesia de Jerusalén estaba regida por una heptarquía de la que este hombre formaba parte; lo de evangelista podría ser un título dedicado a todo el que predicaba con autoridad el mensaje de Cristo; probablemente esté hablando de Felipe, uno de los primeros apóstoles reclutados por Jesús.
Pues hete aquí que Felipe tenía cuatro hijas solteras (y enteras) que poseían el don de la profecía. Lo instan a que no vaya a Jerusalén porque un profeta llamado Agabo ha pronosticado que lo van a detener; o sea, es un secreto a voces que Pablo ha sido citado por los dirigentes de la iglesia yerosolimitana. Mas él se encomienda al Señor y baja a la capital del reino.
Lo primero que hace es visitar a Santiago y a los ancianos de la Iglesia; como ya dijimos al principio, esto es prueba de que existía un Santiago que era, además, la máxima autoridad de esta Iglesia primigenia. Si atendemos a Josefo, estaríamos hablando de uno de los hermanos de Cristo, cosa totalmente lógica por otra parte. El hecho de que se pase de puntillas por la personalidad de este Santiago nos da derecho a albergar serias sospechas acerca de una posible manipulación de la verdad histórica por parte del autor del Evangelio de Lucas-Hechos con vistas a reforzar la idea de que Jesús no tuvo ni hermanos ni heredero espiritual. Y sin embargo, al comienzo del relato se nos dice que: "Todos éstos junto con las mujeres, con María la madre de Jesús y con los hermanos de éste, oraban constantemente en íntima armonía"; luego admite que Jesús tenía hermanos. Todo esto va reforzando la teoría de que Hechos fue una recopilación de historias que no acaban de casar; ello lo corroborarían también los constantes cambios de la narración entre primera y tercera persona. Pero sí queda en evidencia que un sector importante de la Iglesia estuvo interesado en negar que Santiago, el hermano de Jesús, se hizo cargo de la primitiva Comunidad, y que ésta tenía aspiraciones exclusivamente judías.
El caso es que ese "comité disciplinario" que ha mandado llamar a Pablo -pues tal es la realidad de lo que allí estaba pasando- le recrimina, no sólo su inobservancia de la Ley, sino que aliente a los judíos residentes en el extranjero para que abandonen la fe de sus mayores. Le recomiendan que primero haga un voto de purificación en el Templo, que servirá para acallar todos estos rumores.
Pero al cabo de unos días "unos judíos de la provincia de Asia vieron a Pablo en el Templo y se abalanzaron sobre él". A punto estaba de ser linchado cuando llegó un grupo de soldados romanos y lo sacaron de las garras de la chusma para conducirlo ante el comandante de la guardia. «Estaban ya a punto de meterlo en el interior de la fortaleza [Antonia (?)], cuando Pablo dijo al comandante: -¿"Puedo hablar un momento contigo"?. Este respondió: -¿"Conoces el griego? ¿No eres tú, entonces, el egipcio que hace unos días provocó una revuelta y se fue al desierto con cuatro mil sicarios"? Dijo Pablo: -"Yo soy judío, natural de Tarso de Cilicia, una ciudad importante; te ruego me permitas hablar al pueblo"».
Convencido el comandante de que la multitud lo había tomado por un malhechor, piensa que es mejor acceder a su petición.
NOTA.- Flavio Josefo nos cuenta que, hacia el año 53, siendo Félix gobernador de Judea, "llegó a Jerusalén un egipcio que simulaba ser profeta, y quiso persuadir a la multitud de que subiera con él al Monte de los Olivos, que se encuentra a una distancia de cinco estadios [algo menos de 1 Km.] de la ciudad. Les dijo que desde allí verían caer por su orden los muros de Jerusalén, y les prometió abrirles un camino para volver a la ciudad". Obviamente Félix envió un destacamento de soldados, infligiendo a los rebeldes 400 muertos y 200 prisioneros; pero el egipcio logró escapar.
Pablo se dirige al populacho en hebreo, por lo que le prestaron más atención: "Soy un judío nacido en Tarso de Cilicia pero criado en esta misma ciudad, instruido por Gamaliel en la estricta observancia de la Ley de nuestros padres, y devoto de Dios tanto como vosotros". Prosigue con un resumen de su vida: sus comienzos de comisario religiosos persiguiendo cristianos, su caída del caballo camino de Damasco y de cómo el Señor lo instó a predicar fuera de Jerusalén pues los judíos se negaban a escuchar el verdadero mensaje. Llegados a este punto, la chusma perdió la paciencia y prorrumpió en gritos y amenazas, instando al comandante romano a que lo ejecutara. Éste, arrepentido de haberlo dejado hablar, decide azotarlo para ver si de esta forma consigue arrancarle la verdad. Entonces Pablo alega su condición de ciudadano romano; el jefe de la guardia se extraña:
"-Yo tuve que pagar una fortuna para conseguir la ciudadanía.
- Pues yo la tengo por nacimiento -dijo Pablo".
Ante el cariz que están tomando los acontecimientos, el comandante opta por agotar todas las vías legales, así que al día siguiente ordena que comparezca el Sanedrín junto con Pablo por ver si llegan a un acuerdo y lo eximen a él de la responsabilidad que trae dirimir tan espinoso asunto.
Nada más comenzar Pablo a hablar, Ananías, el sumo sacerdote, ordena que lo golpeen en la boca. Pablo se indigna, mas pronto se da cuenta de que la táctica del jefe de los sacerdotes es hacerle perder los estribos para que le falte al respeto, pues entonces incurriría en un grave delito, así que opta por una astuta defensa, provocar el enfrentamiento interno del Sanedrín:
"-Hermanos, soy fariseo, nacido y educado como fariseo, y ahora se me juzga porque creo en la resurrección de los muertos".
La bomba había sido soltada. Inmediatamente cambia el objeto de la discusión, los ánimos se enconan, y los fariseos toman partido a favor de Pablo contra los saduceos. Éstos, a su vez, fuera de sí, quieren lincharlo. El comandante ordena que lo saquen de allí y lo lleven a la fortaleza (suponemos que sería la Torre Antonia).
NOTA.- Ananías es personaje histórico. Ejerció su mandato como Sumo Sacerdote desde año 47 al 59 d.C. Murió asesinado al comienzo de la Guerra del 66.
El comandante se entera de que un gran número de judíos se han conjurado para matar a Pablo; sabe del fanatismo de esta gente y que no descansarán hasta conseguir su objetivo, pues para ellos un juramento ante Yahveh es sagrado. Sin perder tiempo, y fuertemente escoltado, saca a Pablo por la noche, camino de Cesarea donde reside el procurador romano, también le envía una carta explicando todo lo sucedido (por dicha carta sabemos que el comandante de la guardia se llama Claudio Lisias), la carta concluía así: " [...] al recibir informes de que se preparaba un complot contra él, he decidido enviártelo rápidamente, a la vez que he puesto en conocimiento de sus acusadores que deben formular sus demandas ante ti". Y Lisias al fin respiró tranquilo, feliz de haberse librado del problemático agitador cristiano.
A la noche llegaron a Antípatris, y a la mañana siguiente continuaron hasta Cesarea. Presentado ante Félix -el procurador romano- y leída la carta, éste dijo a Pablo: "- Te interrogaré cuando lleguen tus acusadores". Hasta entonces mandó que permaneciera en el Pretorio (palacio) de Herodes.
Cinco días más tarde llega Ananías con un selecto grupo de sacerdotes y un orador (abogado) llamado Tértulo. Exponen, básicamente, que Pablo es el cabecilla de la secta de los nazarenos, que va por todo el Imperio sembrando la discordia entre los judíos. En resumen, lo acusan de sedicioso y alborotador, pues, no en vano, sabían que eso era lo más abominable para la autorictas romana.
La defensa que hace Pablo es impecable, negando las acusaciones de revoltoso y haciendo ver que todo es consecuencia de la rivalidad entre dos sectas religiosas. Félix hace llamar a Claudio Lisias y levanta la sesión, dejando a Pablo custodiado pero no encarcelado. Imaginamos que poca gracia le haría al pobre comandante volver a encararse con el problema que ya creía obviado.
Nadie me quita de la cabeza que todo este complot anti-paulino estaba tramado por los cristianos de Jerusalén en connivencia con el Sanedrín.
"Pocos días después se presentó Félix, acompañado de Drusila, su esposa, que era judía, y mandó llamar a a Pablo y le oyó hablar acerca de la fe cristiana". Lo mandaba llamar con relativa frecuencia para conversar con él, aunque la verdadera razón era que esperaba recibir algún soborno. Según Flavio Josefo, Félix era un redomado corrupto, y habida cuenta que Pablo no tenía dónde caerse muerto el tiempo iba pasando sin avance alguno para la causa de éste.
"Al cabo de dos años, Porcio Festo sucedió en en cargo a Félix, y éste dejó preso a Pablo para congraciarse con los judíos". Sabemos que el relevo en el mando se produjo hacia el año 59 o 60. Pero con el cambio de gobernante las cosas no mejoraron; seguía la fortísima presión del Sanedrín exigiendo la ejecución de Pablo, y el romano andaba deseoso de congraciarse con los judíos de modo tan nimio. Lo único que salvaba al Apóstol era su condición de ciudadano romano.
Un día, Festo tiene la desfachatez de preguntarle si quiere ir a Jerusalén, pues allí se juzgaría mejor su causa. Pablo, que era perro viejo, sabía que probablemente lo asesinarían por el camino, así que le respondió: "- Apelo al tribunal del emperador, que es donde debo ser juzgado". Y Festo no tuvo más remedio que enviarlo a Roma.
Días más tarde llegó la pareja real, Agripa y Berenice, con un fastuoso cortejo, para presentar sus respetos al nuevo dignatario romano. Éste les contó el asunto de Pablo, y, movidos por la curiosidad, pidieron hablar con el acusado.
Pablo vuelve a contar por enésima vez sus aventuras, lo que no deja de ser un subterfugio para hacer apología del cristianismo; una vez más, cuando llega a la resurrección del Mesías, los oyentes tuercen el gesto; Festo le grita: "- ¡Pablo, estás loco! El mucho estudio te hace desvariar". Y Agripa añadió en tono irónico: "- ¡Por poco me convences para hacerme cristiano!". Y ya se marchó el rey, ciertamente habían pasado una velada entretenida, por lo que Agripa comentó a Festo: "- Bien podría ser puesto en libertad, de no haber apelado al emperador".
Por fin Pablo embarca camino de Italia. Al llegar a Creta el tiempo está revuelto y el Apóstol aconseja invernar en la isla, pues el otoño ya está avanzado, pero no le hacen caso y siguen navegando. Se levanta un terrible temporal, durante varios días la nave va a la deriva. Cuando todas las esperanzas estaban perdidas, divisan la costa, al intentar alcanzarla encallan en un banco de arena. Para prevenir que escape ningún prisionero, los soldados pretenden matarlos a todos, pero el oficial al mando, llamado Julio, lo prohíbe.
Unos a nado, otros asidos a tablones, todos consiguen ganar la orilla. Estaban en la isla de Malta. Hacen los náufragos una gran fogata, y al acarrear una brazada de leña, Pablo es mordido por una víbora. Sin embargo el apóstol no sufre daño. Anécdota habitual en la biografía de todo maestro espiritual que se precie.
Saulo y sus compañeros fueron albergados en una finca propiedad del gobernador de la isla, llamado Publio. Allí está el padre de éste, postrado en cama, gravemente enfermo, con fiebre y disentería. Nuestro protagonista le impone las manos y lo cura. Su fama se extiende y acuden enfermos de toda la isla a los que también sanará sin mayor problema.
Al cabo de tres meses, Publio, tras colmarlo de regalos, despide a Saulo y a sus compañeros que parten en el buque alejandrino "Cástor y Pólux" rumbo a Sicilia, luego siguen a Putteolli (Nápoles), y por fin arriba a Roma, donde es acogido cariñosamente por los hermanos de la Urbs.
Se le concede permiso para hospedarse en casa de un amigo, escoltado por un soldado. Tres días más tarde convoca a los dirigentes judíos y les expone su caso, haciendo de paso apología del cristianismo y concluyendo que, habida cuenta la dureza de corazón del Pueblo Elegido, el Señor ha dispuesto que el mensaje se ofrezca a los gentiles. Pablito, como siempre, haciendo amigos.
"Pablo vivió dos años enteros en una casa alquilada por él mismo, y allí recibía con agrado a cuantos iban a visitarlo. Podía anunciar el reino de Dios sin impedimentos y enseñar con plena libertad cuanto se refiere a Jesucristo, el Señor".
Y así terminan los Hechos de los Apóstoles; ignorando cuál fue el final de Pablo de Tarso, por lo que también nosotros suspenderemos aquí este breve estudio.